Cuando era joven, las afirmaciones catastróficas y que formaban parte del repertorio de sentencias del célebre autor de La Ley de Murphy me daban mucha risa, me parecían ingeniosas y destinadas a “espantar a la burguesía”, como dicen los franceses. Con los años, mi percepción al respecto ha cambiado y lamento aceptar abiertamente que, entre otras cosas terribles, todo lo que puede empeorar… empeora. Así mero es, parece.
En este estado de ánimo y en estos días tan confusos y pesarosos me topé con un libro que me apresuro a recomendarles y que me gustó mucho porque en buena medida me da la razón: Las cosas podrían ir terriblemente mal, de Kelly G. Wilson y Troy DuFrene, Edit. ARPA Práctica 2023.
Y digo en buena medida, porque en medio de los malos augurios que parece traer para el mundo este 2024 recién estrenado (guerras, violencia, crímenes, injusticias, desmoronamiento de derechos y libertades, etc.) no deja de ayudarme (y espero que les ayude a ustedes) a aceptar que sí, en efecto, en la vida las cosas pueden salir terriblemente mal, pero ante ello lo único posible es aceptar lo inevitable con calma y ecuanimidad, ya que en eso radica precisamente la posibilidad de que exista un pequeño, pero importante control de daños.
Lo que nos queda es serenidad y paciencia (como sabiamente decía Kalimán) frente a la adversidad. Se dice fácil, pero conseguirlo es muy difícil. Lo frecuente es que ante lo imponderable nos pongamos ansiosos, tengamos miedo y, por lo tanto, no hagamos otra cosa más que desatinar. La ansiedad agrava nuestros problemas y seguramente los vuelve más grandes. Un punto importante en el que este libro hace énfasis es que la ansiedad y la depresión tienen mucho en común, así como con la ira y el enojo. Cuando sentimos que estamos en un momento personal, laboral o hasta político que no nos favorece, o creemos que el mundo entero está contra nosotros, o pensamos que somos muy pequeños para resolver algunos de nuestros enormes problemas, comenzamos a mimetizarnos con nuestro sufrimiento y eso nos hace pensar que es imposible escapar de él porque no podemos huir de nosotros mismos, nos convencemos de que nosotros somos dolor y que este nos es, por lo tanto, consustancial y para siempre. Mal camino para comenzar una batalla y peor para resolver los desafíos que se nos impone el mundo.
Aceptemos la ansiedad como un motor para mantenernos flexibles, dispuestos a emprender nuevos caminos y no nos dejemos arrastrar por la fatalidad. Aceptar los aspectos dolorosos de la vida, especialmente los que están fuera de nuestro control, son parte de la madurez de un individuo, como también lo es esforzarnos por conseguir lo que queremos que sea nuestra vida y la de nuestro país.
Las cosas podrán ir terriblemente mal este 2024, qué duda cabe, pero como dijo Fito Páez: ¿Quién dijo que todo está perdido?
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
PAL