Donde los neoliberales ven un motivo de burla, yo veo un área de oportunidad. Se ha criticado con muy mala fe el hecho de que el Tren Maya se tarde ocho horas en llegar a Mérida desde Campeche, cuando en guajolotero, si no hay imprevistos como un cadáver de jaguar en la carretera, el trayecto te toma 90 minutos.
Bueno, yo creo que, por el contrario, esas ocho horas pueden traducirse en una maravillosa experiencia de vida.
En cuanto vi los vagones, que evocan de una manera entrañable las cajas de leche de los años 70, pensé: “Cuántas cosas pueden hacerse en ese tiempo. Tengo que ir”.
¿Que qué cosas? Van algunos ejemplos.
Aparte de ver cómo el proyecto del Segundo Presidente más Popular del Mundo ha llevado la dignidad a la península, puedes:
• Leer dos capítulos de “Hacia una economía moral”. Es una idea que me tienta especialmente, dada mi conocida pasión por los desafíos intelectuales. No me lo tome a mal, Presidente. No sé si es por la densidad teórica de esa obra maestra, pero no logro pasar de las dos páginas diarias. Confío en llegar al capítulo cuatro en el tren, esa otra obra maestra.
• Planear una fiesta como la del Joserra y la Carolyn, esa que le armaron en Sinaloa a la bendición. Por cierto, felicidades. La “mise en scene” les salió espectacular. La idea de agarrar la estética de Holiday on Ice y combinarla con “El Patrón y sus sicarios celebran la Navidad” es de veras rompedora. Ah, y felicidades por ser tan administraditos. Pagar un fiestón como ese sin contratos de Pemex es de ¡guau!
• Echarte un tour de fritangas. A esa velocidad, cuando veas que llega el momento de ir por, digamos, un papadzul, te lanzas al vagón de adelante, bajas con el tren en movimiento, le pegas a la garnacha, regresas y te subes en el vagón de atrás con el saborcito del refresco todavía burbujeando en la zona del retrogusto, sin apretar mucho el paso.
• Ensayar el modo zen que nos enseñó el excanciller Ebrard. En ocho horas, vas a acabar manejando lo de la respiración profunda en un nivel de yogui de 85 años. Calmado, pues, que ni con medio frasco de Rivotril y tres dedos de single malt. (Una receta del doctor Patán: Whiskotril, se le llama).
• Tal vez, practicar el tiro con las personas que se fueron a protestar porque les expropiaron las tierras. Ojo: no hay que tocarse el corazón con los contrarrevolucionarios. Mis dudas surgen de que, a esa velocidad, te alcanzan a pie y te bajan a machetazos. Ciudadano consciente, sí; mártir de la transformación, tampoco.
Presidente: ojalá me considere para un lugarcito en el tren. No: dos lugarcitos. Dije en casa que me iba a la zona maya para estar sólo conmigo unas horas.
Creo que a mi mujer no le gustó el plan. Lo siguiente que hizo fue besarme como la Carolyn a mi bodocón el día de la fiesta.
Estoy preocupado. Nos vamos juntos.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
PAL