Columna Invitada

Ayotzinapa, la herida

En el México de fosas y de desaparecidos, hay que repensarnos para poder entender lo que nos ocurre e intentar ciertas formas de resistencia activa

Ayotzinapa, la herida
Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

Después de la desastrosa guerra contra el narco de Calderón, la impericia y la corrupción de Peña Nieto y el horrible suceso de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa muchos votantes se inclinaron por López Obrador, aún sin ser de izquierda, por varias promesas que sonaban impostergables: cero impunidad, sacar a los militares de las calles y resolver el caso de marras. Hoy, a cinco años de su gobierno, AMLO ha pactado con la cúpula militar y estamos lejos de una nueva verdad que sustituya la increíble “verdad histórica” de Murillo Karam, quien, por cierto, está en la cárcel sin que sepamos realmente por qué, estando otros, como García-Harfuch, quien comandaba a los policías federales, no sólo afuera, sino contendiendo a la candidatura por la Ciudad de México. Ayotzinapa es una herida abierta que supura.

El narcotráfico se ha convertido en el verdadero poder en muchos estados y municipios del país, toca a todos los partidos políticos. Datos de la propia Sedena nos dicen que la modificación del consumo de droga en Estados Unidos, ha implicado el aumento de la producción y distribución de opiáceos en México de forma alarmante. Guerrero produce 93% de la amapola de nuestro país y en EU el consumo de heroína ha aumento 324% desde 2008. El temible cártel llamado “Guerreros Unidos” —producto de una escisión del de los “Beltrán Leyva”— en pugna constante con el otro grupo resultado de tal división, “Los Rojos”, se pelea no sólo por el control de ese estado sino también de Morelos. La cantidad de parientes de miembros de esos cárteles involucrados en la vida política municipal de ambas entidades es impresionante. El fentanilo es la moneda corriente del neonarco y la principal causa de muerte en EU.

A pesar de los esfuerzos de Alejandro Encinas no sabemos aún mucho. Hay algunos militares en la cárcel, pero las preguntas siguen doliendo. Palacio Nacional se “amuralló” el martes ante la manifestación de repudio a esa falta de claridad y a la urgencia de dar al fin cierre a esa herida. Urge evaluar las responsabilidades compartidas. Es cierto que fue el Estado, pero también hemos sido todos que hemos dejado que las cosas se salieran de cauce. Se claudicó en el movimiento de regeneración que implicó el cambio democrático en 2000. Los medios dejaron de hacer su trabajo y se unieron a la partidocracia a la que paulatinamente se le iba infiltrando la llamada narcopolítica. La debilidad institucional en muchos lugares de nuestro país exige una revisión completa del contrato social que nos gobierna. Sigue siendo el Estado, se escuchó y se leyó.

En el México de las fosas y de los desaparecidos, en el México de la violencia “securitista” hay que repensarnos para poder realmente entender lo que nos ocurre y al menos intentar ciertas formas de resistencia activa. Una de esas formas es la contravictimización de la que habla Estelle Tarica que permite: “ocupar la categoría moral y legal de la víctima sin una mayor pérdida de dignidad”.

Cuando en la UNAM Judith Butler vino a hablar de “Vulnerabilidad y resistencia” a la luz del duelo por los 43 normalistas de la Escuela Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, muchos la escuchamos con asombro. Utilizó sus ideas previas sobre cuerpos vulnerables y opinó que si no se puede confiar en la ley o cuando la ley es un régimen violento, hay que oponerse a la ley para oponerse, paradójicamente, a la violencia. Butler ha discutido la dignificación de la vida en la muerte en su “Vida precaria”, al pensar que una vida es vida porque es “digna de duelo”, digna de recordarse con dolor. En el México de la violencia arbitraria y sistémica, Estatal y del crimen organizado, tenemos derecho a pensar, pero también a articularnos políticamente, más allá de la pura movilización.

Estamos embebidos en las campañas polarizantes, que si Xóchitl, que si Claudia, que qué demonios va a hacer Marcelo, que si todos en este país plagian. Lo grave es que no discutamos México, que no planteemos una reflexión que nos “saque del hoyo”. La militarización no es ni será la solución. Mientras esto no ocurra, Ayotzinapa seguirá siendo un recordatorio de nuestro Estado fallido. Ni el PAN, ni el PRI ni Morena han resuelto el problema de fondo.

Pedro Ángel Palou
Colaborador
@pedropalou

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