“No sé si la voy a armar” es lo que me ha respondido más de un adolescente que está cursando el último año de secundaria al preguntarle si está listo para acudir a la preparatoria. Siempre los aliento a no darse por vencidos sin pelear, sin embargo para que puedan dar esa batalla necesitan recursos económicos y acompañamiento emocional.
En los últimos años se han llevado a cabo diversos estudios para tratar de detectar cómo la pobreza afecta a las niñas, niños y adolescentes en su presente y su futuro. Estos son algunos de los resultados: a nivel salud, debido a la carencia de nutrientes, serán más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión, descalcificación de los huesos y anemia.
A nivel psicológico, la pobreza va impedir a la niñez y adolescencia alcanzar su máximo potencial; la depresión, la ansiedad y el estrés serán una constante. De acuerdo con el psicólogo y catedrático español Antonio Cano, conocido como el sabio de la ansiedad, la niñez que vive en un contexto de pobreza en especial entre los 0 y 5 años pueden desarrollar una personalidad marcada por la hipocondría y la inseguridad.
Un infante no entiende las dificultades que vive, porque su madre y padre no están en casa para cuidarlo, porque hay peleas, porque no puede tener una vida como otras personas y llegan a sentirse culpables e indefensos y a desarrollar una personalidad agresiva o insegura y enfermiza.
Por supuesto, la pobreza se relaciona con el fracaso escolar. La niñez en contexto de pobreza que acude a la escuela ya va con toda la carga del estrés familiar, carente de los alimentos necesarios para un rendimiento físico y mental, si a eso le sumamos que posiblemente sufren acoso escolar por parte de sus compañeras y compañeros así como la falta de atención y cuidados que necesitan, se quedan sin armas para continuar con sus estudios, en un futuro aunque tengan los recursos para continuar quizá ya no tendrán la motivación para hacerlo.
En México de cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria, sólo 26 terminaran la universidad. Voy a contar una historia basada en hechos reales para ilustrar las huellas de la pobreza. Una joven de 18 años tomó el curso para poder entrar a la universidad y se quedó a tres puntos de lograrlo, esos puntos faltantes fueron el abrazo que su mamá no le dio antes de ir a tomar el examen, las palabras de aliento que inyectan seguridad. Ahora tendrá que trabajar y estudiar para poder concluir sus estudios.
Esta experiencia la marcará para siempre, pues se sintió incapaz, no entiende el porqué no pudo lograrlo. Le antecede una historia familiar marcada por la falta de recursos económicos, un padre en silla de ruedas, una mamá ausente porque tiene que trabajar todos los días y un hermano que ha caído en las drogas. Darle la vuelta a estas circunstancias es una labor titánica, pero ella lo está haciendo.
En medio de la carencia el acompañamiento es fundamental, teniendo esto en cuenta Fundación Jesús García Figueroa I.A.P. que nació de manera formal en 1992, pero que su labor se remonta a la época de la Revolución, además de brindar becas para adolescentes que están por ingresar a la secundaria y cuentan con promedio de 8.5, también proporciona a sus beneficiarios un mentor que se comunica con ellos cada 15 días para identificar qué necesitan trabajar para mejorar su desempeño escolar, este acompañamiento dura hasta la universidad.
Si sabes de alguien que necesita ayuda o te gustaría contribuir visita: https://fundaciongarciafigueroa.org.mx/
POR DULCE GALINDO VILLA
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