COLUMNA INVITADA

La lucha por una política decente

Así se titula el libro más reciente del politólogo norteamericano Michael Walzer

OPINIÓN

·
Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Así se titula el libro más reciente del politólogo norteamericano Michael Walzer, quien fue por décadas uno de los editores de la revista de izquierda Dissent. El pequeño volumen, escrito durante la pandemia es, quizá, uno de los más relevantes publicados en los últimos años y su reflexión sumamente importante para las elecciones próximas de 2024, lo mismo las estadounidenses que las mexicanas. Nos urge una política decente.

¿Cómo es que Walzer piensa que puede lograrse tamaña empresa? Tomando la palabra “liberal” como adjetivo. Es cierto que liberal es una de esas ideas que Roberto Schwartz llamaría “fuera de lugar”, que significan algo distinto en el contexto anglosajón que en latinoamericano. En México un liberal, tradicionalmente, sería el último Octavio Paz, mientras que en Estados Unidos tiende a ser alguien de izquierda que siempre vota Demócrata.

Hecha esa salvedad, creo que la idea del autor es relevante. No importa, a su juicio en qué lado del espectro político o ideológico se esté, siempre se puede ser “liberal”. Así es que le dedica sendos capítulos a los liberales demócratas, a las liberales socialistas, a los liberales nacionalistas e internacionalista, a los liberales comunitarios, a las liberales feministas, e incluso a los profesores, intelectuales y judíos -como él mismo- liberales. En cada caso va delineando qué significa estar del lado liberal de esas corrientes políticas y cuales son las tareas fundamentales de un liberal como adjetivo, no importando el sustantivo al que modifique.

Las conclusiones, por eso, son sumamente relevantes para nosotros hoy en día. El adjetivo puede calificar muchas versiones de lo liberal que, sin embargo, tienen en común el hecho de pensar que el poder político debe estar acotado, que los derechos individuales deben defenderse siempre, que el pluralismo de partidos, religiones y naciones tiene que ser fundamental, que la apertura de la sociedad civil es no negociable, así como los derechos de la oposición y del desacuerdo, así como el acomodamiento de la diferencia y la bienvenida a los extranjeros.

Una política así está llena de generosidad de espíritu, pero también a juicio de Walzer de ironía y escepticismo. Nunca debería pensarse que estas ideas liberales se mueven demasiado hacia lo radical. El adjetivo siempre hace más bien que mal.

Necesitamos, piensa, demócratas liberales listos para luchar contra el nuevo populismo, socialistas liberales que defiendan la igualdad pero se opongan al frecuente autoritarismo de los regímenes de izquierda; nacionalistas liberales que resistan los nacionalismos xenofóbicos contemporáneos, incluyendo los antisemitas o antimusulmanes; internacionalistas liberales que defiendan a las personas de los dos lados de las fronteras; comunitarios liberales que se opongan siempre a las pasiones chovinistas y exclusivistas de ciertos grupos identitarios; feministas liberales que sepan cuándo usar el poder del estado para defender igualdad de género, así como intelectuales liberales que no solo se planten frente al poder, pero que siempre hablen y promuevan la verdad, aunque a ellos a veces también les incomode.

“Estas batallas por la decencia y la verdad son quizá las batallas más importantes de nuestro tiempo y el adjetivo liberal su arma más esencial”, escribe Walzer al final de su seminal libro. Hoy lo que ocurre en la arena política dista mucho de esa decencia. A los oponentes se les ridiculiza, se les ningunea, se les descalifica sin ideas; incluso a aquellos oponentes que son del mismo partido en una elección primaria.

La gente decente, los políticos decentes, en general no tienen futuro en una elección general que está hecha del golpeteo, el insulto y la franca grosería. Sin embargo, no hacerlo, no respetar al otro -algo totalmente antiliberal- tiene consecuencias terribles. La primera, por evidente, la descalificación misma de lo político, el hecho de que los ciudadanos de a pie no tengan ningún respeto por quienes se dedican a ese oficio.

Pero más allá de eso, la política es en realidad el arte de la negociación, del diálogo, de la búsqueda de consensos, de mínimos comunes múltiplos con los que una comunidad puede sentirse plena y desarrollarse. ¿Cuáles serían esos mínimos que le pediríamos a nuestros candidatos en las próximas elecciones? ¿Qué plataforma política nos convence porque sus demandas nos parecen legítimas, más allá del poder por el poder mismo? ¿A qué candidatos confiaríamos nuestro voto por ser dos cosas: decentes y liberales?

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU 

MAAZ