Las posiciones con respecto a las bicicletas se han convertido, en ocasiones en una parte de la agenda de los distintos polos de la ideología política. En la Ciudad de México, por ejemplo, medidas como la ecobici, la construcción de ciclovías en grandes avenidas y el mega paseo en bicicleta de Reforma, que fueron polémicas en su momento, formaron parte de la agenda progresista de Marcelo Ebrard, para mostrar así una forma distintas de ser de izquierda, con nuevos temas, como la movilidad, el derecho al espacio público y los derechos civiles, de mujeres y de la comunidad lgtb+. Una agenda que ahora se consideraría de naturaleza más identitaria, menos tradicional o material.
A la derecha en la capital le costó trabajo aceptar el avance de la bici, todavía existen algunos resabios en su contra, especialmente de grupos vecinales en zonas de altos ingresos, pero la verdad es que aquí todos abrazamos ya, al menos de manera pública, su causa, ya que el uso de la bicicleta se ha vuelto generalizado en la capital y forma parte de la agenda de movilidad sin emisiones y de la de la democratización del espacio público. Por desgracia, no siempre es así en otros lados.
Por ejemplo, el Diario El País reporta como en España la bici es parte de los procesos de polarización política, especialmente desde que ha ganado relevancia electoral el partido de ultraderecha llamado Vox. Ayuntamientos que ahora son gobernados por una coalición de Vox con el Partido Popular, como Valladolid, Elche, Palma de Mallorca y Gijón anunciaron que van a eliminar ciclovías, ya que los candidatos de Vox hicieron campaña en contra ellas. Por alguna razón existe una fracción del electorado de las ciudades, generalmente pequeño, pero que en ocasiones se moviliza con intensidad, que vea la bicicleta como un símbolo de ciertas políticas o fenómenos a los que se opone.
En general son personas que piden libertad para moverse en coche, seguramente porque lo utilizan de manera intensiva, y no se plantean otras formas de transporte, por lo que ven a las ciclovías como una molestia. Pero también el rechazo a las infraestructuras ciclista se basa en ideas libertarias, en el sentido de que el Estado no tiene porque intervenir en las decisiones de las personas, aunque esa regulación busque el interés público. Detrás del discurso ultraderechista de la bicicleta también está el negacionismo en contra del cambio climático y, por tanto, el rechazo a que la sociedad financie políticas que busquen reducir emisiones y el uso de combustibles fósiles.
El diario cita evidencia de que en realidad en España el 63% de los usuarios de la bicicleta se identifican en el centro ideológico, por lo que la posición del Partido Popular, de centro derecha, es abiertamente en favor de la movilidad ciclista, causa a la que en realidad renuncian en sus recientes alianzas con Vox a nivel municipal. El PP ya ha criticado el uso de fondos europeos para construir vías ciclistas, por cierto.
Es posible que, como resultado de las elecciones del mes próximo en ese país, Vox pueda formar parte del gobierno nacional de España, en alianza con el PP, como ya ocurre incluso en algunas comunidades autónomas, por lo que se podría poner en riesgo no solamente la causa de las bicicletas, sino el avance de las políticas ambientales de ese país, y de la propia Europa, debido a las posiciones en el gobierno de otros partidos de ultraderecha, como sucede en Italia.
Vox, entre las causas a las que se opone, como el feminismo, el avance de la agenda lgtb+ y el independentismo catalán, de manera increíble suma el buscar el logro de la Agenda 2030, especialmente el tema de cambio climático. Apoyar la bicicleta es pues también una posición política, que refleja también nuestra posiciones en materia ambiental, por lo que se requiere de construir coaliciones en su favor, que impidan los ataques en contra de esa agenda por parte de las posiciones radicales de derecha.
POR VIDAL LLERENAS
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