Uno se imagina al Indiana Jones del año 2423 cuando da, por fin, con la cueva de tantas crónicas, la de la llamada “Versión mexicana de Alí Babá y los 40 ladrones”. Las riquezas escondidas superan lo imaginado.
“Mira”, le dice a su acompañante. “Parecen bolsas de dinero. Es español antiguo. Dice “Banco del Bienestar”. Es notable el estado de conservación. Probablemente es la combinación de cenizas volcánicas y restos de combustóleo (los mexicanos lo usaron en ese periodo para crear energía). Parece que formaron un recubrimiento contra la humedad y las bacterias”.
El recorrido sigue entre lámparas, televisiones craqueladas, computadoras. “Esto seguramente proviene de lo que llamaban Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado. Las crónicas hablan de un saqueo sin precedentes”. “¿Y esas máquinas? Parecen las que usaban los globeros de Chapultepec para inflar la mercancía”. “Ventiladores. Hubo una pandemia y el rey mandó construirlos para intubar a los enfermos, que sufrían una muerte atroz, asfixiados. En efecto, parece que terminaron en las fiestas de los hijos de los grandes generales, inflando globos. Otros se fueron al reino de Cuba. Pero fíjate. Los que de la izquierda están mucho mejor hechos. Dicen que el hijo del Gran Visir se los compró a los países ricos y los revendió al monarca a un precio desmedido. La familia era conocida por su fortuna. Parece que acumularon más de veinte mansiones”.
“Mira, más billetes”. “No exactamente. Son boletos de lotería. El monarca decidió rifar un avión que había servido para transportar a sus antecesores. La historia es muy confusa. Se habla de que el avión no se rifó, luego de que sí pero no físicamente, y luego de que el dinero de la rifa desapareció. Es una época plagada de misterios. El monarca decía que la plaga era un invento de los hombres blancos para enriquecerse a costa del pueblo. Enfermó tres veces. Luego, mandó hacer una vacuna que llegó cuando el virus ya había desaparecido”.
La pareja explora con cautela, por horas, entre depósitos de gasolina y ejemplares en descomposición de la Cartilla Moral. “Era una guía de comportamiento para el pueblo. Un poco El manual de Carreño, un poco el Libro rojo, pero, si me permites la imagen, con lamparones de aguacate y cafecito de olla”.
Por fin, bajo un rayo de luz que se filtra por una grieta del techo, el descubrimiento mayor: “¡Mira, un avión! ¡El de la rifa!”. “No. Ese apareció hace años en Tayiquistán, entre restos de fentanilo. Debe ser el avión fantasma del aeropuerto. Cuentan que un día desapareció, no se sabe si robado. Esto sugiere que sí”.
“¿En dónde podemos vender este tesoro, Indi? Vale una fortuna”. “No. Tiene que ir a la universidad. Confirma muchas de las teorías sobre aquel periodo de la civilización mexicana. Vaya, que lo retrata cabalmente”.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
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