El más reciente caso de filtración de documentos secretos del Pentágono, ahora sobre la guerra en Ucrania, es el enésimo dolor de cabeza que enfrenta Estados Unidos en su política exterior.
Quién lo hizo, o con qué propósito, nadie lo sabe. La presencia de los archivos en redes sociales fue notada de repente y el escándalo surgió de inmediato, pero, de acuerdo con varias versiones, algunos textos llevaban semanas en circulación.
La información filtrada se refiere a la guerra en Ucrania, tanto sobre la situación estratégica y logística de las fuerzas rusas y de los defensores ucranianos como de planes de ambas partes, así como dudas de los aliados estadounidenses.
En otras palabras, espionaje de amigos y enemigos.
El nivel de detalle en cada uno de los documentos ya no debe sorprender. Al margen de sus publicitados fallos, la inteligencia estadounidense tiene una enorme capacidad de recolección de información, derivada en gran parte de sus facultades de recolección electrónica de información y ciertamente de capacidad de obtener informantes humanos.
Las virtudes de inteligencia rusa, china, británica, francesa, israelí y, por cierto, la cubana están limitadas sólo por sus propios recursos y sus áreas de interés, pero han dado muestras también de enorme capacidad, tanto que se especula que algunos de los documentos pudieron haber sido filtrados por la inteligencia rusa.
Las investigaciones estadounidenses, sin embargo, se dirigen hacia dentro.
No sería la primera vez que estadounidenses descontentos con las acciones de su gobierno hubieran expuesto los planes de su país. En 1971, el diario The New York Times inició la publicación de siete mil documentos secretos sobre el involucramiento de EU en Vietnam, entre 1945 y 1967.
El caso WikiLeaks, en 2010, incluyó la divulgación de más de 20 mil documentos secretos estadounidenses en torno a las intervenciones de Estados Unidos en Irak y Afganistán, en la que fue una de las más grandes, si no la mayor, filtración de todos los tiempos. Las fugas vía Wikileaks continúan hasta la fecha, si bien su fundador, el periodista australiano Julian Assange, está actualmente preso en Gran Bretaña y sujeto a una petición de extradición de Estados Unidos por la publicación de documentos secretos.
En 2013, un analista de la Agencia Nacional de Seguridad, Edward Snowden, divulgó información sobre diversos programas de espionaje estadounidenses y en combinación con sus aliados. Snowden pidió y obtuvo refugio en Rusia.
En 2016, la filtración de los denominados Panama Papers supuso la difusión de más de 11 millones de documentos confidenciales de empresas privadas y casos de corrupción de gobiernos latinoamericanos.
La divulgación de información confidencial, o del espionaje, estadounidense no es algo raro. De hecho, en sus formas más limitadas, en Estados Unidos y el mundo, es una herramienta de política doméstica.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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