Hiel y Miel

Entre la espada y la pared

Son capaces de manipular a la ciudadanía para que no vea las verdaderas causas de su descontento social

Entre la espada y la pared
Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

En efecto, el mundo está polarizado y nuestro país, como muchos otros, no escapa a esta ¿tendencia? de estar permanentemente “unos contra otros”. Nada de matices, nada de razones, nada de moderación, nada de centros. O estás conmigo o estás contra mí, de eso se trata. Esta forma de ver al mundo, tan rústica y tan maniquea, se opone profundamente a la esencia misma de los procesos democráticos. Nada de diálogo, nada de negociaciones, nada de instituciones. ¿Para qué las necesito si solo es valioso lo que yo pienso? Un buen número de liderazgos en el mundo se complacen en actuar dentro de este marco binario y reconozcamos que a muchos de ellos les va así requetebién.

Muchos sociólogos y politólogos llaman a este tipo de ideologías “viciadas” (yo preferiría decirles enfermas), ya que son capaces de manipular a la ciudadanía para que no vea las verdaderas causas de su descontento social y, al mismo, se vuelven capaces de invisibilizar los defectos del amado líder. Varios países latinoamericanos han resultado afectados por esta clase de políticas. Se destruye a las instituciones desde dentro, se logra así una muerte lenta pero segura de la democracia y (para acabarla de amolar) todo se consigue con la aceptación y complacencia de la bonita ciudadanía que los acompaña. ¡Cómo se parecen las izquierdas y las derechas extremas!

Y ahí vamos de un lado al otro: lo mismo Trump que Maduro, lo mismo Díaz Canel que Bolsonaro; lo mismo Daniel Ortega que Bukele o Milei. Que un absurdo supere al otro, que una estupidez sea rebasada por otra más grande, que estemos por siempre enfrentados unos contra otros y que seamos capaces de hacer una imbecilidad mayor que la del oponente. Casi no se puede creer.

El populismo no es fascismo, pero a veces ¡se parecen tanto! Me atrevería a decir que ambos engendros han conseguido el crimen perfecto al asesinar sin escándalo —como se hacia antes, con un golpe militar— a la debilucha democracia que con mucho esfuerzo habíamos logrado construir. Por lo visto este golpe de Estado en “cámara lenta” resulta mucho más discreto y sencillo de perpetrar, como dice mi amigo, el sociólogo Jaime Guerrero.

Por una coincidencia afortunada, recientemente cayó en mis manos un libro de la también socióloga israelí Eva Illous (La vida emociomal del Populismo. 2023, Edit. Katz), en el que la autora se decide por el análisis de los factores psicológicos dentro de las ya mencionadas ideologías viciadas. Para ella, existen cuatro emociones: miedo, asco, resentimiento y (sorprendentemente) amor por la patria. Todas ellas forman parte del repertorio socioemocional que consolida este tipo de despropósitos gubernamentales.

Quizá lo más aterrador de esta preocupante combinación de factores es que conducen finalmente a la violencia, a la falta de respeto por el otro, y a la perpetuación de estos nocivos liderazgos. Entre la espada y la pared es difícil la movilidad. La trampa está dispuesta, depende de nosotros si podemos salir de ella.

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

PAL

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