No pasan más de unos días sin que se dé a conocer nueva evidencia sobre la difícil situación educativa en que nos encontramos. La más reciente, que se suma a los resultados de la evaluación diagnóstica de Mejoredu que discutí en la última entrega, proviene de Estados Unidos. Me refiero a los resultados del ACT, una prueba estandarizada que se usa para la admisión a la universidad en ese país.
Los resultados corresponden a los de la generación que egresó este año, es decir, estudiantes cuyo camino interrumpió la pandemia cuando apenas empezaban la educación media superior. El puntaje promedio de este grupo fue el más bajo desde 1991. Además, 43?% de los alumnos no alcanzó la calificación mínima en ninguno de los campos evaluados: inglés, matemáticas, lectura y ciencias. Se trata del porcentaje más alto de que se tiene registro.
Según ACT, la organización que aplica el examen homónimo, esto implica que casi la mitad de los estudiantes de esta generación difícilmente podrá obtener una calificación de B o C (aproximadamente, 70/100) en cursos universitarios de nivel básico.
De estos datos saco dos lecciones. La primera es que México no es el único país con acciones insuficientes para subsanar las deficiencias que provocó el cierre de las escuelas durante la pandemia. Con unas cuantas excepciones, el reto educativo que enfrentamos es de carácter global y ha afectado tanto a países desarrollados como a países en vías de desarrollo.
La otra lección trasciende los resultados y tiene que ver con quiénes hacen el examen. Mientras que la proporción de solicitantes universitarios que presenta la prueba ha disminuido en los últimos años —para numerosas universidades ya no es obligatoria—, ha habido un incremento en el número de sistemas educativos estatales que la exigen o recomiendan.
Ante la falta de una prueba estandarizada nacional en México, valdría la pena explorar la posibilidad de que una o varias organizaciones sin fines de lucro, como ACT en Estados Unidos, diseñara y ofreciera a las Secretarías de Educación Pública estatales un examen similar. Desde mi punto de vista, un ejercicio así orientaría a las autoridades de los estados para dirigir mejor sus esfuerzos de reforzamiento académico y demostraría su compromiso con la calidad educativa.
POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO
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