En los Mares de la Educación

Tutores

Pagar clases particulares para mejor la educación de los alumnos son un sacrificio común de los padres de familia, pero también son un reflejo de la inequidad

Tutores
Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Sé, por experiencia propia, que los padres de familia están dispuestos a hacer todo tipo de sacrificios con tal de dar a sus hijos una buena educación y, por tanto, mejores oportunidades para el futuro. Uno de los más comunes es el de pagar clases particulares, incluso si ello implica desembolsar buena parte de la quincena.

Hace unos días se publicó un estudio al respecto en España según el cual casi la mitad de los niños y adolescentes de ese país asiste a clases particulares. Como resume Ignacio Zafra en El País, hay una diferencia en el tipo de clases que toman los estudiantes según la situación económica de sus familias. Por un lado, las familias ricas recurren en mayor medida a clases “destinadas a ‘ampliar y perfeccionar’ conocimientos” con el fin de proporcionar a sus hijos “ventajas competitivas”; por otro lado, las familias más desaventajadas se inclinan por clases particulares “que tienen como objetivo ‘reforzar y recuperar’ aprendizajes no adquiridos en ‘materias curriculares básicas’” para “evitar que sus hijos se queden atrás”. Por tanto, las clases particulares, al menos en su forma actual, no sólo reflejan la inequidad educativa, sino que la profundizan.

En México el tema no es nuevo. Hace ya casi un década se presentó el libro Un sistema educativo a la sombra. Las tutorías privadas, de Mark Bray, como parte de la serie “Coyuntura y ensayo” del CIDE. Aunque no incluye datos sobre nuestro país, el análisis comparado de este autor también apunta hacia los efectos que las clases particulares pueden tener en la desigualdad educativa.

Esto no quiere decir que haya que erradicar las tutorías privadas; al contrario: en las circunstancias actuales, son una herramienta valiosa para hacer frente al rezago educativo. El objetivo es, más bien, como sugieren los autores del estudio español, “potenciar las clases de apoyo gratuitas en los propios centros educativos para los chavales que lo necesitan”.

Las objeciones de siempre —el costo y los recursos humanos— no son deleznables. Sin embargo, en un programa que diseñamos desde la consultoría a partir de un proyecto con estudiantes de primaria en un municipio del Estado de México, encontramos una fórmula para superarlas. Creamos un modelo de tutorías personalizadas que, con la colaboración de estudiantes de educación superior y pasantes de las carreras de Pedagogía o Educación, permiten a los niños reforzar los aprendizajes del grado que cursan y acercarse al aprendizaje de manera distinta a como lo hacen en el salón de clases.

Estos espacios no sólo son valiosos para los niños, sino también para los padres de familia: sus hijos reciben el apoyo que necesitan sin el costo asociado a las clases particulares. En la planeación para el próximo ciclo escolar, las autoridades harían bien en recordar que subsanar el rezago no puede depender de los ingresos de las familias. Como dice el nombre de nuestro programa, hay que hacer todo para “Que nadie se quede atrás”.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

PAL

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