El escritor ruso-norteamericano Isaac Asimov, en sus famosas novelas de ciencia ficción anticipó el advenimiento de la inteligencia artificial que hoy es parte de nuestras vidas, aunque no siempre somos conscientes de ello. En sus libros imaginó que los robots nunca –y bajo ninguna circunstancia–, harían daño a un ser humano. De cara al futuro, la gran pregunta es si seremos capaces de controlar la inteligencia artificial (IA) y asegurar que realmente sea aprovechada con fines pacíficos y en beneficio del desarrollo sostenible de la sociedad global.
En los próximos años –y más pronto de lo que se piensa–, el avance exponencial de las tecnologías de la información y de los procesos de aprendizaje automatizado (machine learning) facilitarán que las computadoras realicen tareas que hasta ahora solo eran posibles para los seres humanos.
En 2016, un estudio de Renzo Salimbeni, patrocinado por el Programa Erasmus de la Unión Europea, sobre los adelantos tecnológicos y la robotización en la industria del transporte, estimaba que la tecnología de la información progresa tan aceleradamente que cada hora avanza más que el conocimiento científico acumulado en los últimos noventa años. Así, para 2023 las computadoras habrán de superar el poder cerebral de un ser humano y en 2043 una capacidad superior a la de todos los cerebros de la población mundial.
La IA tiene un enorme potencial para estimular el crecimiento económico, incrementando la automatización y haciendo más eficientes, rápidos y económicos los procesos productivos. Según algunas estimaciones, la industria de la IA podría contribuir hasta en US $15.7 billones a la economía global para 2030.
Actualmente más de 40 organismos y comités del sistema de Naciones Unidas están involucrados en más de 200 proyectos y actividades de inteligencia artificial, que abarcan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de la agricultura inteligente y los sistemas alimentarios hasta el transporte, los servicios financieros, la atención médica y soluciones para combatir el cambio climático.
Como lo percibimos al navegar por el Internet, los algoritmos de la IA pueden detectar patrones de consumo y vulnerar la privacidad de nuestros datos personales. Por tanto, estos algoritmos plantean preocupaciones en torno a la ética, la equidad, la justicia, y la transparencia que utilizan las corporaciones y otras entidades en el ciberespacio.
Si bien existe consenso en cuanto a que el derecho internacional debiera ser aplicable al ciberespacio, no hay normatividad específica sobre los usos actuales de la IA en el armamento militar, como por ejemplo la utilización de sistemas letales autónomos en situaciones de guerra, otra asignatura pendiente para la sociedad global.
En noviembre de 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) adoptó una serie de recomendaciones sobre la ética de la IA, como un primer paso de la sociedad global para establecer políticas y marcos normativos nacionales e internacionales a efecto de que estas nuevas tecnologías beneficien al conjunto de la humanidad.
POR CARLOS DE ICAZA
EMBAJADOR EMÉRITO Y EXSUBSECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES
@CARLOSDEICAZA
CAR