Cuando se habla del partido político Morena, de sus formas, de sus mecanismos de decisión, de su ruta de acción y hasta de su definición o indefinición ideológica, debe tenerse la precaución de ubicar el momento del que se habla. Morena ha cambiado en todos los niveles antes mencionados prácticamente para cada elección a la que se ha presentado, es un partido en constante metamorfosis y la anunciada el fin de semana pasado seguramente no será la última.
¿Y esto por qué es un asunto de todes? La fundación de Morena, además de acercar a amplios sectores sociales sin historial de militancia política, generó de forma natural o deliberada la migración del mayor padrón de personas ya afiliadas provenientes del PRD, cuya característica principal era ser simpatizantes de AMLO, sus datos personales ya eran conocidos por el obradorismo y se encontraban contenidos en un antecedente organizativo llamado “padrón de simpatizantes del gobierno legítimo de México”, estructura que se generó a partir del fraude electoral de 2006.
Ese Morena fundador aparentemente muy bien definido en lo ideológico, con fuertes lazos con organizaciones sociales no fue el mismo que se presentó a la elección de 2015, en su interior la actuación de facto de las corrientes provenientes del PRD comenzaban a generar tensiones y a pesar de ello logró postular una cantidad muy importante de sus fundadores como candidatos a encargos de elección popular, sí con pocas posibilidades estructurales de triunfo, pero con una conducción uniforme en lo programático, en los principios y convicciones.
Apenas tres años después, Morena tendría una nueva transformación y se presentó a la elección de 2018 con su vida interna trastocada, se interrumpió la renovación de sus comités ejecutivos municipales deliberadamente, avalada por su Congreso nacional y adquirió una forma de frente electoral con una posición ideológica formalmente definida, pero con la suma de personajes que contradecían o generaban recelo entre la militancia fundadora, esta suma se manifestó en la firma del llamado “acuerdo político de unidad por la prosperidad del pueblo y el renacimiento de México”, actos públicos en cuyos templetes se percibían ya las contradicciones de los postulados ideológicos con los rostros de personajes del anterior régimen.
La participación de Morena en la contienda de 2021 adquirió una nueva forma; por un lado, comenzó el desgaste que implica el ejercicio del poder público quizá profundizado por los resultados de pésimos gobiernos locales que fueron aprovechados por la derecha para magnificarlos y tratar de generar una percepción generalizada de incapacidad administrativa que sólo ha podido ser contenida por los innegables avances a nivel nacional, producto de la capacidad y diligencia del Presidente de la República. La metamorfosis de Morena no ha terminado, no tiene un modelo acabado aún o quizá ese sea justamente el modelo, el partido que cambie de formas para cada coyuntura. Veremos.
POR DANIEL SERRANO
LIDERAZGO POLÍTICO DE IZQUIERDA EN EL EDOMEX
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