Rosario Robles nunca debió pisar la cárcel y estuvo tras las rejas tres años y seis días.
No sé si la extitular de Sedesol y Sedatu es culpable o inocente de lo que la acusa la FGR —ejercicio indebido del servicio público por omisión—, pero se nota a kilómetros de distancia, con la información disponible, que no hay elementos de prueba en su contra. No le han acreditado nada. No le han comprobado nada. Tampoco hubo razones para tenerla privada de la libertad la mitad del sexenio. El delito que le buscan imputar no amerita prisión preventiva.
Platiqué ayer por la tarde con Rosario. “Allá (en el penal de Santa Martha) pensaba que cada día duraba una eternidad. Acá afuera todo está igual. Regresé con todo igual; todo en su lugar”, me dice.
“Es difícil recuperar el tiempo. Siento que fue ayer. Sé que hay un ‘hacia delante’ para recuperar el tiempo. Tengo que ver de qué voy a trabajar. Yo vivo de mis ingresos. ¿Y de qué trabajo? De la política. Ya iré poco a poco. Apenas estoy acostumbrándome. Me subo al coche y me mareo, me subo a un zapato alto y me siento rara”, cuenta.
El 13 de agosto de 2019, Robles llegó por su propio pie a una audiencia; no salió. La detuvieron y dejaron encerrada en Santa Martha sin que el delito por el que la acusen amerita prisión preventiva, argumentando “riesgo de fuga” pese a que voluntariamente asistió a la audiencia. La artimaña jurídica de la Fiscalía, que contó una y otra vez con la complicidad del juez Jesús Delgadillo Padierna —sobrino de Dolores Padierna, esposa de René Bejarano—, se recargó en una licencia de conducir falsa. “Yo siempre pedí un proceso en libertad. Era y soy la más interesada en que se demuestre mi inocencia. Estoy convencida de que soy inocente. No tengo ni un peso mal habido, nunca participé en operaciones ilícitas”, asegura.
¿Qué sigue para ti?, le pregunto.
“Nunca me fui de la política. Mi causa sigue siendo la de las mujeres. Dentro de Santa Martha muchas mujeres confiaron en mí y yo no las puedo defraudar. Ahorita tengo que finiquitar estas cadenas virtuales que de alguna manera tengo y después ver qué será de mi vida política, si es que se da esta posibilidad. Ahorita no tengo cabeza más que para concluir esta etapa. Estoy segura que ya pasó lo peor”, menciona.
Más de tres años después, Rosario aún no es libre, aunque continúa su proceso en libertad. La FGR no tiene nada contra ella. Nada.
“Está acreditado y demostrado que somos una familia de clase media. A nadie de mi familia ni a mí nos han encontrado recursos ni propiedades. Yo estoy tranquila porque sé que tengo la razón y sé que esto va a quedar plenamente demostrado jurídicamente”, señala.
Para Rosario, que tiene un diagnóstico por hipertensión arterial y rinitis crónica, no hubo debido proceso, presunción de inocencia ni principio pro-persona. Hubo venganza. Pero ya está fuera. Han buscado doblarla a lo largo de su vida, nunca lo han logrado. ¿Qué sigue para ella? Difícil saberlo. Pero cualquier cosa puede esperarse de ella, menos un adiós de la política y la vida pública.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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