Es el título del libro de Jody Rosen, un autor común de las páginas de The New York Times. Es un ensayo sobre la historia de la bicicleta, de cómo fue una instrumento de liberación, aunque también sirvió para algunas experiencias coloniales.
La bicicleta fue inventada en 1817, por Karl von Drais, esto significa que apenas tiene un par de siglos con nosotros y es el método más intuitivo y simple de transporte que haya construido el ser humano.
En bicicleta una persona se mueve cuatro veces más rápido que si lo hace caminando y consume cinco veces menos energía. A pesar de los avances tecnológicos, a diferencia de la mayoría de los inventos del siglo XIX, la bicicleta no es obsoleta.
Se ha utilizado en guerras, en los servicios médicos, en el comercio, en la agricultura, en la entrega del correo, en la recaudación de impuestos, para el deporte y el ocio, el ejercicio; ha sido instrumento de emancipación femenina, que las liberó de los códigos de vestimenta victorianos, y sirvió de inspiración para los hermanos Wright, mecánicos ciclistas que inventaron el avión.
Debido a su bajo costo y a la facilidad que ofrece para la movilidad, fue parte de movimientos como el feminista y el socialista. La bicicleta hoy y en el pasado se asocia con las posiciones políticas progresistas, se le considera un elemento igualador y catalizador del cambio en la sociedad.
La bicicleta siempre ha sido polémica. A los dos años de su invención, su circulación ya había sido prohibida en Londres; debido a la presión del transporte a caballo, de manera ridícula, se le consideró una amenaza a la moral pública, la salud y el orden, aunque los nobles hicieron caso omiso de ese ordenamiento y la utilizaron de manera intensa.
Hoy la permanencia de la bicicleta es irrefutable. Frente a los alrededor de mil millones de autos que circulan en el mundo, existen alrededor del doble de bicicletas en uso. Más personas se transportan en bicicletas que en cualquier otro medio, aunque paradójicamente nuestras leyes están diseñadas para los carros. La bicicleta mantiene una connotación política, especialmente por su nulo efecto ambiental negativo. No obstante, de manera inexplicable, señala Rosen, las actitudes hostiles en contra de los ciclistas permanecen; cita un estudio de 2019 en Australia en el que se muestra que los prejuicios en contra del ciclista existen y se materializan en manifestaciones y acciones de violencia en contra de ellos.
La pregunta central del libro es si los humanos deberíamos de estar manejando bicicletas en lugar de autos, y la respuesta es claramente que sí. Las ciudades construidas en torno a la bicicleta, en lugar de hacerlo alrededor del auto, como las que tenemos, serían más seguras, sanas y habitables, asegura Rosen. Es optimista, piensa que las crisis ambientales, las políticas y la lecciones de la pandemia abren el camino a que emerja una nueva cultura global de la bicicleta, que ya se manifiesta en fuertes comunidades de ciclistas en todo el mundo. De hecho el mercado global de la industria ciclista en boyante, es uno de los que presentan mayor crecimiento se espera que alcance los 80 mil mdd en 2027.
El boom de las bicicletas ya está transformando los lugares en donde vivimos, por lo que tenemos que tener cuidado que la infraestructura que ahora se construye para ellas no genera exclusiones urbanas, por eso es necesario hacerla también para los que utilizan la bici como una necesidad, no solamente para lo que representa una alternativa viable, económica y responsable de transporte.
Rosen es, por supuesto, un apasionado de la bicicleta, asegura que manejarla es la mejor manera de alcanzar un estado alterado de conciencia. Afirma que es mejor que el yoga, el vino o la marihuana, y que compite muy de cerca con el sexo y el café. Es una forma de alcanzar el nirvana, y de mejorar las ciudades también.
POR VIDAL LLERENAS
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@VIDALLERENAS
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