DE LEYENDA

Heroicidad

El pasado mes, durante el Mundial de Natación vimos a la entrenadora Andrea Fuentes zambullirse en la piscina y sacar a flote a Anita Álvarez. La reacción inmediata y el entrenamiento físico de toda una vida de Fuentes le permitió a la competidora sobrevivir

OPINIÓN

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Gustavo Meouchi / De Leyenda / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Más rápido, más alto, más fuerte reza el lema y nos lo repetimos tanto que, a veces, es difícil ver que por sobre todo eso hay aún algo más.

Dice la leyenda que fue Hércules, quien construyó el estadio de los primeros Juegos Olímpicos de la humanidad, lo hizo después de concluir sus 12 trabajos y los Juegos se dedicaron a la gloria de Zeus. La efectividad del relato hace que muchas veces olvidemos los defectos del héroe y sólo recordemos que, como parte de sus trabajos, libró a la humanidad de amenazas y males.

Así, los Juegos Olímpicos, y el deporte en general, están unidos a esa mística heroica. Porque en realidad, como humanidad, ¿para qué queremos ser más rápidos, llegar más alto o ser más fuertes? Ganar es un objetivo importante, pero, de vez en cuando, hay atletas que nos muestran que no es el único y en algunos casos tampoco el principal.

El pasado mes, durante el Mundial de Natación vimos a la entrenadora Andrea Fuentes zambullirse en la piscina y sacar a flote a Anita Álvarez. La reacción inmediata y el entrenamiento físico de toda una vida de Fuentes le permitió a la competidora sobrevivir.

Hay en la reacción de la entrenadora Fuentes una parte instintiva. Una persona ve a otra en problemas y reacciona, pero las competiciones deportivas nos han dado otros ejemplos en los que las decisiones pueden ser muy complicadas.

Se me viene a la cabeza esa famosa anécdota de Jesse Owens. En las eliminatorias de salto largo de los Juegos Olímpicos de 1936, el atleta estaba atorado. Le habían anulado dos saltos y de fallar el tercero quedaría fuera de la final. Él mismo cuenta que Luz Long, que ostentaba el récord europeo en la misma competición, se le acercó con un consejo para ajustar su técnica en la carrera y con ello lograr los parámetros de competición.

Owens no solo se clasificó a la final sino que se llevó el oro. Long se quedó con la plata. Al contarlo, Jesse afirmó que podría fundir esa medalla junto con las demás que ganó y sumarle sus trofeos, y aún así sentía que el gesto de amistad de Luz valía mucho más.

Para dimensionar el gesto tenemos que recordar que en ese momento las tensiones raciales en el deporte, y en casi todos los ámbitos de la vida, eran brutales y que la figura de Jesse Owens contribuyó a impulsar la lucha por los derechos civiles.

Owens se convirtió en un héroe para muchos niños y jóvenes que pudieron soñar con un mejor futuro a través del deporte, impactando miles de vidas y eso sólo ocurrió, porque él tuvo su propio héroe personal. Uno que sacrificó su propia victoria al ayudarlo.

Años después, en 1973, el automovilismo nos daría otro ejemplo. Durante el Gran Premio de Países Bajos, el corredor Roger Williamson sufrió un accidente y su auto se incendió. Atender un accidente en medio de una carrera así siempre supone un reto para los rescatistas. Es un valor entendido que la carrera no se detendrá. Entre ello, el competidor David Purley abandonó su auto y corrió a tratar de auxiliar a Williamson tratando de controlar el incendio. El gesto implicó no sólo despedirse de la competición, sino que puso su vida en riesgo. Desafortunadamente sus esfuerzos fueron en vano, porque Williamson murió asfixiado por el humo.

En diciembre de 2012, el corredor de fondo Iván Fernández Anaya, durante una competición en Navarra, España, se percató de que el keniano Abel Mutai había confundido la meta y creyendo haber ganado se había desviado antes de cruzarla, en realidad para abandonar la pista. Fernández aceleró entonces para acercarse al competidor y conducirlo hacía el camino correcto, después lo dejó pasar primero. Él lo tiene todo muy claro al afirmar que en justicia le correspondía a Mutai la victoria, porque era el mejor de los dos. Aún así, muchos atletas, e incluso el entrenador de Fernández, reconocen que no hubieran podido hacer algo semejante de tener la oportunidad.

Ya hemos dicho en este espacio que ganar es ganar. La victoria da una luz que sólo alumbra a los que la alcanzan y muchas veces condena a los que no a una muy dura obscuridad. La luminosidad de la victoria suele guiar a los deportistas, es su faro en una vida de mucho sacrificio y disciplina y suele, en la élite, opacar a todas las demás.

Yo no sé si hay luces que a veces brillan de forma especial en esos cielos y le compiten a la victoria. Quizá solo los ojos de ciertas personas pueden distinguirlas y encaminarse hacia ellas dejando de lado lo demás. Sea cual sea la razón, esos chispazos de heroicidad son raros y valiosos, y por eso hay que disfrutarlos y dejar que nos reconforten con su calor.

POR GUSTAVO MEOUCHI
COLABORADOR
@GUS23258924

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