A FUEGO LENTO

Crónica: un asesinato en el Suntory

El homicida de la cantante Yrma Lydya era cliente asiduo del lugar y nunca le impidieron entrar armado; ya había provocado otros escándalos

OPINIÓN

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Alfredo González / A Fuego Lento / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El hombre de edad avanzada era subido a empellones a una patrulla, mientras varios comensales, con los nervios a flor de piel y llanto desbordado, atravesaban la salida del lujoso restaurante, después de que el casi octogenario asesinó a sangre fría a su esposa.

Ella era una joven cantante; él, un dizque poderoso e influyente empresario, con relaciones en altas esferas del gobierno, incluso con hombres de sotana que se comportaban más como caciques que como representantes de Dios en la tierra.

De eso y cosas peores se ha escrito mucho después del asesinato de Yrma Lydya Gamboa.

 De lo que no se ha escrito es de los antecedentes que tenía el “licenciado” Jesús Hernández Alcocer en el Suntory de la colonia Del Valle.

Era un cliente “asiduo”. Todos lo conocían, no por la generosidad de sus propinas, sino por su prepotencia con empleadas y empleados del lugar.

Iba una o dos veces por semana. Sabían que estaba armado, pero no había poder humano en el restaurante que le impidiera ingresar con una pistola en la sobaquera.

Hace dos semanas, un amigo comió en el mismo sitio y en aquella ocasión pudo ver que una de las hostess estaba muy nerviosa porque el “licenciado Alcocer” se puso como fiera debido a que ocuparon su mesa sin avisarle. Por fortuna, sólo fue un mal rato. Pero el pasado jueves la sangre llegó al río.

Por la noche quedé de verme con amigos periodistas, y justo a las 20:31 horas (marcaba el reloj de mi celular) entregué mi auto a Carlos, valet parking del Suntory.

De reojo alcancé a ver alboroto en la entrada del restaurante y cómo subían a una patrulla a un señor de edad avanzada.

—¿Qué pasa, por qué hay tanto alboroto? —le pregunté a Carlos.

—Parece que otra vez se enojó el licenciado Alcocer y echó bala.

Carlos no sabía lo que había pasado: que el empresario había matado a su esposa.

Todavía alcancé a entrar a la recepción del lugar. Pero la hostess no me dejó avanzar y empezaron a salir otros clientes. Me acerqué a una pareja, cuya mujer sollozaba. Su esposo tenía el rostro del color de un desabrido flan de vainilla. Le temblaba todo y como pudo encendió un cigarro.

Ella dijo en voz alta: ¡La mató el hijo de la chingada! Y el hombre como pudo me platicó:

Estaban en una mesa un poco retirada. Discutían, ella y él, nadie más. El viejo empezó a levantar la voz. La tenía de frente, empujó la silla, se puso de pie y le disparó tres veces.

Tres hombres se le fueron encima. Lo inmovilizaron y uno más, el que me narró esto, empezó a golpearlo en la cara.

—No saben con quién se meten  —alcanzó a gritar el licenciado.

—Nos vale madre cabrón, acabas de matar a una mujer —le respondió quién lo había golpeado en el rostro.

Minutos después, ya en la banqueta, el comensal trataba de tranquilizar a su esposa. Le daba largas fumadas a su cigarro y me mostró su celular.

—Este es el asesino —me decía mientras señalaba, con los dedos como maracas, la imagen del agresor.

Le pedí permiso para tomar una foto a su celular y accedió. Y esa fue la imagen que publiqué en mi cuenta de Twitter (@alfredolez).

Se viralizó y todo mundo pudo conocer la identidad del asesino del Suntory, un supuesto empresario que se comportaba más como gángster, amedrentando a todo mundo, incluidos a los dueños del restaurante, que nunca le impidieron entrar armado. Y ahí está el resultado: una mujer asesinada.

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Importante anuncio hará hoy Claudia Sheinbaum en torno a la Línea 1 del Metro. Dará a conocer que el 9 de julio arrancan los trabajos de remodelación, casi reconstrucción, de la primera línea del Sistema de Transporte Colectivo, con una inversión de casi 19 mil millones de pesos. Y lo más importante, habrá un operativo especial para mitigar las afectaciones a los usuarios.

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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Ante las atrocidades, como el feminicidio, tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo”.