En los mares de la educación

Primera infancia

Esta etapa educativa inicial, no sólo es relevante para el ámbito académico, lo es para todas las esferas de la vida

Primera infancia
Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Cuando hablamos de aprendizajes fundamentales en educación, normalmente nos referimos a aquellos relacionados con las asignaturas de Español y Matemáticas. Se les considera fundamentales porque, sin ellos, los estudiantes difícilmente podrán tener una trayectoria académica exitosa. 

No obstante, llamarlos de esa manera ha hecho que, a menudo, se dé por sentada una serie de aprendizajes aún más básicos, correspondientes a la etapa de la primera infancia. 

Ésta abarca el preescolar, pero también un tramo previo de los cero a los tres años —el Desarrollo Infantil Temprano —, el cual es clave para la evolución cognitiva, afectiva, social y motriz de los niños. Esta etapa educativa inicial, por tanto, no sólo es relevante para el ámbito académico; lo es para todas las esferas de la vida.

Aunque la educación preescolar está reconocida como un derecho en México, la cobertura deja mucho que desear, situación que ha empeorado con la pandemia. 

En ningún otro nivel el abandono escolar fue tan alto. En el periodo de cero a los tres años, el rezago en cobertura es todavía mayor. 

Una posible razón, que planteo como hipótesis, es que no se (re)conocen los múltiples beneficios del Desarrollo Infantil Temprano (DIT) y, en consecuencia, se da prioridad a los estudios “formales” a partir de primero de primaria. 

Con todos los retos que implica la educación remota, esta tendencia muy probablemente se acentuó durante el confinamiento.

Ahora bien, la privación del derecho a la educación en la primera infancia no afecta a todos los niños por igual. Como afirman Daniel Turienzo y Nuria Manzano-Soto, con datos de Save the Children de 2019, “62.5 por ciento del alumnado perteneciente al quintil más rico recurre a servicios de atención y cuidado en la primera infancia frente a 23.6 por ciento de las familias más pobres”. 

Esto, arguyen, conlleva una paradoja: si bien el DIT se ha reconocido como uno de los métodos más eficientes para reducir desigualdades sociales, “los estudiantes que más se pueden beneficiar de esta política son, precisamente, quienes tienen más dificultad para acceder a la misma”. 

Atender esta situación exige un esfuerzo social e institucional extraordinario para, en primer lugar, dar a conocer la importancia del DIT y, en segundo lugar, crear los espacios públicos que permitan garantizar el derecho a la educación durante la primera infancia, sobre todo entre los grupos poblacionales más desfavorecidos. 

En la entrega anterior escribí que no podemos aspirar a ser una potencia olímpica en natación si muchos niños cometen el mismo error elemental en su brazada (matemática). 

En esta ocasión, voy un poco más lejos: no podemos aspirar a ser un país de nadadores si buena parte de los niños ni siquiera ha metido los pies al agua.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

CAR

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