COLUMNA INVITADA

¿Será el fin de la globalización como la conocemos?

Nací a inicios de la década de los ochenta. Por entonces, todavía el GATT era un proyecto lejano para México

OPINIÓN

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Itziar Gómez / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Nací a inicios de la década de los ochenta. Por entonces, todavía el GATT era un proyecto lejano para México. Varios de mis chocolates favoritos (sin demeritar las delicias que tenemos en el país) eran de origen estadounidense o europeo. Cuando me sacaba muy buenas calificaciones, mis papás me compraban uno que otro en las tiendas de importado que había en la ciudad. Para mis sobrinos y mi hija resulta muy extraño saber que cuando yo nací no había M&M, MilkyWay o Toblerone en las tiendas comunes. Y que tampoco había McDonald’s, pues la primera sucursal la abrió la marca en México en 1985. Tampoco había muchos modelos de coches, pues solo tenían presencia los que se fabricaban en el país. Por tanto, he vivido ambos mundos: el globalizado y el que no.

Saco a colación esta visión personal, pues soy una fiel creyente de las virtudes de un mundo interconectado. Considero que el libre flujo de bienes, servicios, personas e ideas es un camino de paz y prosperidad compartida para las naciones. Daba por hecho que el mundo se había abierto y que así permanecería por décadas o, tal vez, durante toda mi vida.

Sin embargo, el día de ayer culminó el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos, Suiza, que es “EL” evento para la cúpula política, empresarial y de líderes de opinión del mundo. Ahí se discuten los temas que serán tendencia por los siguientes meses o, incluso, años. Me llamó la atención que el gran foco de esta edición fue el futuro de la globalización…O, para expresarlo mejor, el fin de ésta como la conocemos ahora.

Sus ventajas han sido evidentes: el ingreso promedio creció un 24% a nivel mundial, la tasa de pobreza disminuyó del 35% al 10% y el ingreso de la población mundial más pobre aumentó cerca del 50%, según el Banco Mundial.

Aún con estos buenos resultados, la coyuntura de salud que vivimos cuestionó fuertemente la viabilidad de la globalización y puso en evidencia la fragilidad de las cadenas de suministro internacionales, abriendo grandes oportunidades al nearshoring, tema sobre el que escribí en una columna reciente.

Por si eso fuera poco, la guerra de Ucrania representa otro gancho al hígado. Larry Fink, CEO de BlackRock, dijo al respecto: “La invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos experimentado durante las últimas tres décadas”. De acuerdo con Fink en una declaración al Financial Times, las empresas se retirarán de algunas naciones y se trasladarán a otras consideradas “amigas”. Vale la pena destacar que Fink prevé que México, Brasil, Estados Unidos y el sudeste de Asia sean los grandes ganadores en el futuro cercano.

Aunque parezca que el desmoronamiento de la globalización, como la conocemos, comenzó en la pandemia y que la guerra contra Ucrania fue la “gota que derramó el vaso”, vale la pena retomar algunos antecedentes que mostraban ya por dónde iba la situación. Primeramente, el aumento de las medidas proteccionistas en todo el planeta. Por ejemplo, en 2016, los países del G20 introdujeron más de 350 medidas proteccionistas frente a 100 para liberalizar el comercio, de acuerdo con IMD. Asimismo, vale la pena destacar todas las declaraciones que hizo Trump en su momento sobre las consecuencias negativas de la apertura comercial. Y el Brexit, cuyo voto representó un rechazo al rumbo que estaba tomando Europa sobre la política económica.

“La globalización ha ayudado a millones y millones de personas a salir de la pobreza”, dijo Klaus Schwab, Presidente del WEF. ¿Qué falló? Que no fue de una manera “equilibrada porque algunos países se beneficiaron de ello y otros menos”, destacó Shwab.

Durante esta edición del WEF, los especialistas subrayaron que ante la coyuntura política y de salud que vivimos, las naciones están migrando hacia nuevas estrategias para aumentar la seguridad, la sostenibilidad y la resiliencia. Aun cuando los líderes que se reunieron en el WEF confirmaron las enormes virtudes de la globalización, cuestionaron el fuerte enfoque en el crecimiento y la competitividad. Consideraron que el foco actual debe centrarse en el bienestar humano y en los resultados ambientales.

Durante esta edición, el WEF dio a conocer un documento relevante que presenta los cuatro escenarios para el futuro. En el primero de ellos, llamado Globalización 5.0, hay un reconocimiento de la prosperidad compartida. Los países invierten en apoyar a los trabajadores locales, preparándolos para competir en un mercado internacional o ayudándolos a su “reskilling”.

En el segundo escenario, llamado Nacionalismo Virtual, el creciente descontento por la globalización permite que las empresas de tecnología internacionales sean vistas como fuentes de vulnerabilidad. Hay un control estatal más fuerte sobre la libertad de expresión en línea. Surgen servicios, aplicaciones y monedas digitales, en muchos casos, impulsados o manejados por el estado.

En el tercero, llamado Dominio Digital, la manufactura está muy localizada y la cadena global de valor está establecida en naciones que son aliadas. La retórica proteccionista continúa. Las economías han estandarizado sus marcos fiscales de servicios digitales, ciberseguridad, leyes laborales en línea y regulaciones de privacidad, desatando una ola de actividad global en el trabajo.

En el cuarto, llamado Fragmentación Sistemática, los líderes de naciones son obligados a mirar el mercado interno. Ponen restricciones en el comercio de bienes y servicios. Los flujos transfronterizos de capital e inversión se han desacelerado. La censura y la vigilancia de Internet son extensas. La cooperación entre países se conserva con el fin de preservar el acceso estratégico a los recursos. La militarización aumenta y las “cortinas de hierro” obligan a las economías a tomar partido.

Los cuatro escenarios tienen un punto en común: la globalización, como la conocemos, ha llegado a un punto crítico. Muchos gobiernos la tomaron como un fin en sí mismo y ésta es, sin lugar a duda, solo un medio. Muy probablemente ocurra una mezcla de los cuatro escenarios. El WEF concluye el estudio señalando que suceda el escenario que sea, debe prevalecer la cooperación, la integración y la diversificación para la paz.

En 1989 cayó el Muro de Berlín. Un año después, el primer McDonald’s en Rusia abrió sus puertas, atendiendo a más de 30,000 personas ese día. Hace dos meses, derivado de la guerra contra Ucrania, la compañía anunció su salida del territorio ruso. No más arcos amarillos, no más Índices Big Mac en Rusia, que son referencia global para los economistas. Volverán, como en mi niñez, a comer McDonald’s cuando crucen la frontera. Éste parece el fin de una era…

Por Itziar Gómez Jiménez

Directora de Plasmar Comunicación

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