Desde las primeras revelaciones del Citizen Lab, de la Universidad de Toronto, hace ya casi una década, hubo una certeza: toda aquella persona de interés público es objeto de espionaje. Seguiría el software Pegasus (del que personalmente fui objeto), Cisco y otros tantos que seguro operan pero la mayoría desconocemos.
Incontenible la práctica, deleznable. Sin embargo, la difusión de conversaciones privadas en los últimos tres meses nos ha llevado a tener un registro sonoro de la descomposición política con el caso más reciente de Alejandro Moreno Cárdenas, el dirigente nacional del PRI.
Y es que los audios del priísta contienen todo lo aborrecible del poder político: La relación insana de lo gubernamental y la empresa privada con fines electorales; los excesos en el estilo de vida y la frivolidad que interviene el aspecto hasta su deformación con cargo al erario; el uso patrimonialista del presupuesto de publicidad gubernamental para la censura; contraste entre la formalidad del discurso público y la autoafirmación prepotente y soez del diálogo en privado.
Es el cúmulo de prácticas que pervierten los principios de una democracia porque en lo anterior va implícita la corrupción entre lo público y lo privado; la injerencia indebida en procesos electorales; el gasto de recursos públicos en la afición personal; el bloqueo de las libertades de expresión e información, vil procuración de censura, a partir del condicionamiento publicitario; la hipocresía en el decir, esto es, pura demagogia.
Y también, imposible no observarlo, la continuidad del espionaje político que es ilegal y es resabio autoritario, así como el uso político en tanto es aprovechado sin tapujos por una funcionaria electa como lo es Layda Sansores, la gobernadora de Campeche.
Cuando uno escuchaba al presidente López Obrador desapareciendo al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) el primer día de gobierno, lo mismo que en sus reiteraciones sobre el fin de la práctica, personalmente, quería creerle. Sonaba así:
“Ya no se espía a nadie, ya no se hace… el gobierno no espía a nadie, ni los opositores son espiados, no hay censura en los medios de información”.
Así como la promesa de erradicar la corrupción, la del espionaje. El pasado 3 de marzo, el país supo de la iracunda conversación del fiscal general Alejandro Gertz Manero con su incondicional, el fiscal de Control, Juan Ramos López. Ampliamente difundidos, los audios reflejan en síntesis la pretensión frustrada de influir en el ministro Alberto Pérez Dayán sobre un caso de naturaleza personal.
Fue un intento de influir en el curso de la justicia a cuyos altos funcionarios no tiene acceso prácticamente ningún denunciante en un país que padece el 94.8% de delitos impunes y que, por cierto, en lo federal, lo son en buena medida responsabilidad del fiscal general.
Fue también una exhibición de la mayor gravedad sobre la vulnerabilidad de dos de los hombres más poderosos del sexenio con dos posibilidades: que la línea de Juan Ramos estuviera intervenida por un software o que haya sido a la antigüita, pinchando la línea fija del fiscal general. Sin datos aun contundentes para el conocimiento público, la Fiscalía agrava el círculo autoritario al investigar al colega Mario Maldonado ¡por un tuit!
A finales de marzo, en Tamaulipas, inició la difusión de un audio en la que la líder de la local bancada de Morena y sobrina del presidente López Obrador, Beatriz Salazar Mojica, pide dinero en efectivo por una factura inflada a un proveedor. La diputada Salazar ha sugerido que es una manipulación tecnológica, mismo argumento que Alejandro Moreno deslizaría días después en su propia apología.
Los audioescándalos exponen corrupción y son espionaje, exhiben eso pero también la impunidad sin fin.
Posdata:
El periodista Julio Hernández López cumplió esta semana 50 años de ejercicio profesional y 25 de su columna Astillero. Colega ejemplar, ha sido pionero en épicas por la libertad en tanto cofundador de ofertas periodísticas críticas en tiempos de hegemonía y también en la innovación, al abrir camino en la independencia que se vale de lo digital. Va una felicitación con admiración afecto y respeto por su trayectoria.
POR ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA
COLABORADOR HERALDO RADIO
@ARTURO_RDGZ
MAAZ