COLUMNA INVITADA

La OTAN: ¿provocación o necesidad defensiva?

Rusia invadió Ucrania y el fantasma de un choque nuclear volvió a ser una posibilidad aterradora

OPINIÓN

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Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Durante la guerra fría, las dos superpotencias crearon acuerdos militares para agrupar a sus aliados: el Pacto de Varsovia, en el caso de la URSS, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encabezada por Estados Unidos. Ésta última es un ejemplo de lo que se conoce como “seguridad colectiva”: el famoso artículo 5º establece que, si cualquiera de sus miembros es atacado, el resto tiene la obligación de defenderlo. La lógica no era agredir, sino disuadir una ofensiva del enemigo, pues ello desencadenaría una brutal guerra generalizada que resultaría indeseable.

Más allá de algunas “guerras proxy” (enfrentamientos acotados e indirectos, peleados por terceros países), el esquema de seguridad colectiva funcionó: por casi medio siglo, ni EEUU ni la URSS –ni ninguna otra potencia militar importante– entraron en un conflicto frontal, se mantuvo una paz relativa y, sobre todo, se evitó un cataclismo nuclear.

Sin embargo, en 1991 el bloque soviético colapsó. Surgió entonces la pregunta: ¿tenía sentido aún la OTAN, cuando el adversario que justificó su creación había fenecido? Especialistas como John Mearsheimer, internacionalista de la Universidad de Chicago, advierten que es un error, pues significa una provocación innecesaria para Rusia. En contraste, Madeleine Albright, antigua jefa de la diplomacia estadounidense, defendió no sólo la permanencia de la OTAN sino su expansión, para consolidar el orden internacional liberal. Esta visión triunfó; de sus 12 integrantes originales en 1947, la OTAN hoy tiene 30 –varios de ellos países ex soviéticos y dos, Estonia y Letonia, poseen fronteras terrestres con Rusia.

En años recientes la OTAN había entrado en crisis: algunos aliados europeos no invertían suficiente en defensa, además de que había descoordinación operativa. Revivió entonces la pregunta: ¿seguía siendo necesaria? Pero el 24 de febrero de 2022 la realidad se impuso: Rusia invadió Ucrania, y la hipótesis de que un conflicto era ya imposible se esfumó; incluso, el fantasma de un choque nuclear volvió a ser una posibilidad aterradora.

Esta realidad sacó del letargo a la Alianza: Ucrania no es parte de la OTAN, pero aspira a serlo; Alemania, que había mantenido una posición pacifista tras la Segunda Guerra Mundial, anunció que se rearmaría; en Suecia y Finlandia, neutrales por casi dos siglos, la mayoría de la población por primera vez aprueba unirse a la OTAN. Moscú cometió un error geoestratégico: pensando que Ucrania era débil, lanzó una guerra donde el éxito no se avizora y que sólo logró revitalizar y unir a las potencias democráticas.

Los hechos indican que la OTAN no propició guerras, sino al contrario, es un mecanismo de seguridad colectiva vigente y necesario para disuadirlas. Los países que, como México, tenemos una vocación por la paz podemos sentirnos incómodos en admitirlo, pero como escribió Thomas Hobbes –padre del realismo político– hace casi 400 años, la armonía no puede sustentarse sólo en buenas intenciones, sino en los medios materiales, incluyendo la fuerza, para hacerla efectiva.

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
SENADORA DE LA REPÚBLICA
@RUIZMASSIEU

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