COLUMNA INVITADA

Ver hacia adelante

Es momento de hacer una pausa. Es momento de pasar de la crítica coyuntural del actual gobierno hacia una nueva narrativa de un nuevo proyecto de país

OPINIÓN

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Fausto Barajas / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

El país vive múltiples crisis simultáneas: la económica, la de inseguridad, la educativa, la de salud y la ambiental. Es urgente trazar una ruta de recuperación que permita renovar la esperanza para las familias mexicanas y volver a generar la idea de que sí es posible construir un mejor futuro de esta y las próximas generaciones.

La facción populista que hoy nos gobierna no va a cambiar su perspectiva del mundo. Se trata de un grupo pequeño, conformado por fanáticos y oportunistas, que están sometidos a la visión del mundo limitada, ignorante y rencorosa de una sola persona. Es ocioso sembrar esperanzas de cambio en esa tierra estéril.

Es momento de hacer una pausa. Es momento de pasar de la crítica coyuntural del actual gobierno hacia una nueva narrativa de un nuevo proyecto de país.

El gobierno actual construyó su identidad como una antítesis de sus predecesores. Es oportuno pensar ahora en una síntesis que, sin regresar al pasado, supere el estado de parálisis y discordia en el que nos encontramos y marque el rumbo del México de la próxima década.

La responsabilidad en el manejo de las finanzas públicas, el desarrollo sostenible, la profesionalización del servicio público, el acceso universal a la salud, el crecimiento económico, el fortalecimiento de la clase media, la inversión en infraestructura y la generación de oportunidades son compatibles con la lucha contra la pobreza, el rechazo a la desigualdad y a la discriminación y el anhelo de contar con un gobierno más honesto, más sensible y más cercano a las mayorías.  Pensar que la tecnocracia pura y el populismo autoritario son las únicas opciones es un falso dilema.

Las familias mexicanas necesitan un país en crecimiento. Urge relanzar la inversión pública y privada. El gobierno debe invertir al menos cinco por ciento del PIB cada año, es decir, alrededor de 1.2 billones de pesos.

La inversión pública tiene un efecto multiplicador importante si va acompañada de un ambiente de negocios favorable para la inversión privada. Ello exige una coordinación transparente y responsable entre el gobierno y el sector privado. No debe asustarnos que el gobierno y las empresas trabajen juntos, siempre y cuando lo hagan dentro del marco de la ley y se anteponga el bien común.

En ese sentido, se deben de tener apuestas de país. Así como en cada gobierno hay obras o proyectos emblemáticos, debería estar en la nueva narrativa la apuesta por detonar el crecimiento del sur de México. Por ejemplo, con lo que se gastará en la refinería de Dos Bocas, alcanzaría para inversiones de infraestructura en Guerrero, Oaxaca y Chiapas que les permitirían la mayor época de crecimiento sostenido en su historia a tres estados donde vive el 10 por ciento de la población del país. Pero ese crecimiento no solo beneficiaría a los que ahí viven sino a los empresarios que invirtieran ahí o se encadenaran al nuevo desarrollo.

Como país se debe de pensar ya en las soluciones a los problemas que dejará esta administración y los que permean de otras atrás; también se tiene que rescatar políticas públicas exitosas como el Seguro Popular, las estancias infantiles, escuelas de tiempo completo y otras más que ayuden al desarrollo humano y resuelvan los problemas cotidianos de los ciudadanos.

México necesita que superemos poco a poco la conversación centrada en una sola persona. La oposición debe ir más allá de la crítica coyuntural. Toda la sociedad necesita comenzar a ver hacia adelante para resolver problemas juntos y construir mejores opciones de futuro.

POR FAUSTO BARAJAS
ESPECIALISTA EN POLÍTICAS PÚBLICAS
FAUSTO1707@YAHOO.COM.MX
@FAUSTOBARAJAS

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