La semana pasada ocurrió un cisma en la Conade. Rommel Pacheco ya le cortó la cabeza al director de Alto Rendimiento, Vladimir Ortiz, un científico del deporte que tanto en la dependencia del gobierno federal como en distintos institutos del deporte de los estados ha contribuido a la obtención de resultados exitosos que pueden medirse con el número de medallas que ganó México en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, así como con las preseas que en la Olimpiada Nacional (hoy Juegos Nacionales Conade) han obtenido estados como Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León.
¿Por qué el máximo dirigente del deporte nacional se daría un tiro en el pie al destituir a la persona responsable de construir, al menos, las 10 medallas olímpicas que ya le prometió a la presidenta Claudia Sheinbaum que el país ganará en Los Ángeles 2028?
¿Qué lleva a un servidor público a remover al funcionario que él mismo invitó a trabajar apenas cuatro meses después de que tomó posesión del cargo?
La información disponible hasta ahora indica que Vladimir Ortiz se rehusó a firmar la salida de los recursos públicos sin contar con el expediente completo que justifica que los procesos de dispersión del dinero se están haciendo conforme a lo que marcan las Reglas de Operación, pero, sobre todo, a la política de austeridad y buen gobierno sin corrupción que tanto predica la 4T.
Ortiz no acababa de irse de la Conade, y junto con él Samuel Pérez y Alan Lima, servidores públicos que tienen años en esa dependencia, cuando Pacheco ya había nombrado a Carolina Acosta, una taekwondista en retiro, quien tuvo que ponerle punto final a su carrera por las graves lesiones que le dejó practicar este deporte.
Si bien Acosta se desempeñó hasta hace unos meses como la responsable del Alto Rendimiento en el instituto del deporte de Querétaro, al lado de Iridia Salazar, eso no la faculta para tener la capacidad de tomar las riendas del área más caliente de la Conade, a menos, claro, que la razón por la cual la hayan nombrado sea simplemente ponerla a firmar para que fluya el dinero que Vladimir Ortiz no dejó correr para no incurrir en responsabilidades que ameritan sanciones.
Quienes conocen a Acosta dan buenas referencias de ella: es una persona decente, trabajadora, no corrupta, pero a la vez sin experiencia en el servicio público, lo cual la haría una presa fácil de quiénes sí saben cómo mover el dinero para pagar eventos internacionales y competencias en el extranjero que más que beneficiar a los deportistas les representa llenarse las bolsas de dinero.
Ana Guevara dejó una senda bien marcada con sus actos de corrupción, Rommel Pacheco va por ese mismo camino. Ya veremos si la presidenta Sheinbaum le tiene las mismas consideraciones a Pacheco que el presidente López Obrador le tuvo a Guevara.
POR BEATRIZ PEREYRA
COLABORADORA
@BEATRIZAPEREYRA
MAAZ