Una de las cosas que ha traído Trump, sin quererlo, es la evidencia palmaria de que en los medios mexicanos, ahora extendidos a las redes, sigue viva, y más que en mucho tiempo, la tendencia a elogiar al poderoso. Me refiero a la ola de presidencialismo desatada por las negociaciones de nuestra titular del Ejecutivo con el energúmeno del norte.
Colegas: no es necesario dejarse ir como hilo de media. Incluso los que somos críticos de siempre con esta cosa llamada 4T podemos reconocer que Claudia Sheinbaum ha llevado la relación con Trump con buena cabeza y resultados tan positivos como es posible alcanzar cuando lidias semejante personaje.
En efecto, no se ha enganchado con sus exabruptos, ha optado por no responder a botepronto, ha hecho concesiones inevitables y certeras en seguridad y migración, y así ha logrado posponerlos hasta en dos ocasiones. No es poco. Con Trump, la estabilidad de aquellos años del TLC, con los benditos neoliberales a cargo del changarro, se terminaron para siempre.
Todo indica que, para México y para el resto del mundo, esto va a ser un constante navegar en la volatilidad. En el hoy te digo esto y mañana lo contrario. En esa mezcla de bullying y desorden mental. Aquí, en este periódico, por ejemplo, lo hemos reconocido y bien está. Lo mismo en otros medios.
Ahora bien: hay una distancia grande entre ese reconocimiento y una cosa ditirámbica que no es propia de un profesional, y que uno se topa en demasiadas ocasiones, últimamente, en algunos otros lares. A lo que me refiero es a que no puedes lanzarte a cantar las loas de nuestra presidenta como si fuera una especie de Cristo redentor, con A, regresado de los cielos para llevarnos a la grandeza.
Ya saben: la estadista más grandesísima del mundo mundial, hoy; la candidata al Nobel de no sabemos qué, o a dirigir la ONU, o la federación planetaria; la Mandela- Zaragoza-Churchill contemporánea. Por supuesto, esos elogios luego vienen acompañados del consabido: quienes critican en estos momentos desgarradores son buitres, traidores a la patria.
¿Cómo evitarlo? Se me ocurre una estrategia: compensen. Por ejemplo, luego de lanzarse al piropo por lo de los aranceles, recuerden que hubo una convocatoria al Zócalo para levantar al pueblo contra el imperio, y que, inaceptablemente, ahora que somos amigos del imperio nuevamente, va a usarse para otro Chairo Fest, así como para celebrar el golpe de Estado que implica la reforma al poder judicial.
O que la entrega de capos a Estados Unidos fue una movida hábil y beneficiosa para el país, pero sin apego a derecho. O que la estrategia de seguridad ha cambiado para bien con García Harfuch, pero que Rocha Moya sigue tan campante, protegido por el morenismo.
En fin, colegas: no hagamos osos. No demos el fisgonazo. No seamos Sabinas Berman. Sugiero.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATÁN09
MAAZ