Columna Invitada

Sufrimiento y resurrección en América Latina

Nuestra región vive la “semana santa” inmersa en violencias, tensiones y esperanzas

Sufrimiento y resurrección en América Latina
Rodrigo Guerra López / Análisis / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Es un tiempo misterioso. La “semana santa” en lo profundo de las comunidades de América Latina, es un ejercicio ritual, simbólico, en el que la litúrgica católica y la tradición popular, recogen lenguajes prehispánicos y mestizos, y los funden para narrar la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo.

La “semana santa” urbana, lo sé, tiene a veces menos densidad. Sumergida en el tráfago citadino vive la tensión de las sociedades modernas. Sin embargo, basta salir un poco fuera de las grandes ciudades para encontrar, durante los “días santos”, ese otro universo que nos coloca como de golpe, en el centro de la fe cristiana y en el centro de la Historia de nuestros pueblos.

En efecto, el relato de la Pasión ha tenido, desde hace quinientos años, la capacidad de recoger el dolor del pueblo. No es meramente un espectáculo que se viva con la distancia de quien asiste a un “teatro”. Conforme nos adentramos en la intimidad de la experiencia popular, por ejemplo, de las comunidades indígenas y marginadas, la “semana santa” es tiempo de reencuentro con el propio dolor, con el propio recuerdo, con la Historia próxima y remota, que nos explica y nos proyecta.

Lamentablemente no resulta exagerado afirmar que América Latina vive tiempos de crucifixión. La pobreza y la inequidad de siempre se acompañan con las crisis recientes de la pandemia, de los neopopulismos - de un signo o de otro -, de la cruel actividad  del crimen organizado, y de la reconfiguración de la economía global en clave proteccionista y cerrada.

Los rostros de los millones de migrantes, de las comunidades indígenas marginadas y despreciadas, de las madres buscadoras buscando a sus hijos desaparecidos, de los trabajadores explotados, de los empresarios amedrentados, de los ciudadanos reprimidos buscando democracia, justicia y libertad, son un clamor constante que tiende a ser ignorado, despreciado, y olvidado por el poder y por sus corifeos.

Sin embargo, en este clima que preferiríamos no ver, pero que se impone por su amplitud y profundidad, los signos de Esperanza y de Resurrección no dejan de aparecer. Todo gesto de humanidad, de fraternidad, de misericordia, de justicia, por pequeño que sea, y realizado por quien sea, abre la puerta a la Esperanza y es signo de que el mal no tiene la última palabra. La Resurrección está presente en cada lucha realizada desde la bondad, es decir, desde la compasión por el sufrimiento de nuestro prójimo, de nuestro pueblo.

  La figura de san Oscar Arnulfo Romero, siempre cercana y significativa, destaca por su profetismo: “El Espíritu que resucitó a Cristo nos ha dado en ese Cristo resucitado el modelo de la Historia. Hacia allá tiene que caminar todas las historias, a hacer hombres que, después de vivir con su cruz a cuestas, resuciten a la libertad que ya se debe saborear también en esta tierra” (…) “Estoy diciendo que Cristo resucitado pertenece ya a la historia presente y que es fuente de libertad y de dignidad humana. Y que por eso precisamente celebramos la cuaresma como preparación para la Pascua”. (…) “La cuaresma, pues, y la Pascua son nuestras, y lo mismo puede decir cada pueblo”. (24 de febrero 1980).

¡Que la certeza de la Resurrección de Jesucristo desde las dificultades y limitaciones del pueblo latinoamericano, nos de Esperanza para continuar caminando!

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ

SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

E-MAIL: RODRIGOGUERRA@MAC.COM

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