COLUMNA INVITADA

¿Prensa libre en una autocracia?

Los Estados autoritarios no pueden sostenerse sólo por coerción, necesitan que una parte importante de la población se convenza de la visión que impulsa

OPINIÓN

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Lila Abed / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Con el auge de los autócratas en el mundo, la libertad de prensa se ha deteriorado en la última década y, con ello, la democracia. Líderes electos en sistemas democráticos, que deberían ser defensores de la libertad de expresión, intentan cada vez más silenciar las voces críticas y fortalecer a los medios que brindan una cobertura favorable de sus gobiernos. La tendencia está vinculada a un declive global de la democracia y contribuye al colapso de las instituciones y los principios democráticos.

Estos gobernantes enfrentan a la prensa porque los Estados autoritarios no pueden sostenerse sólo por medio de la coerción, necesitan que una parte importante de la población se convenza de la visión que impulsa su gobierno. Una prensa libre, que aporta opiniones y perspectivas opositoras, representa la antítesis del objetivo de un autócrata.

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Por lo contrario, un gobierno democrático acepta la prensa negativa porque no se siente amenazado, pero un líder cuyo apoyo depende de una difusión constante de su figura y su visión de Estado arremete contra cualquier voz disidente.

Lo hacen a través de presión regulatoria y financiera, denuncias públicas de periodistas honestos, ofrecen apoyo a medios aliados con contratos estatales, decisiones regulatorias y acceso preferencial a la información estatal. El objetivo es hacer que la prensa este al servicio de los que están en el poder y no del público.

Estos métodos existen en las autocracias más emblemáticas, así como en democracias establecidas. Rusia es un gran ejemplo de ello. Desde 2012, las autoridades rusas han intensificado la represión de la libertad de expresión, particularmente de los medios que critican al Kremlin, argumentando que presentan una amenaza a la seguridad del Estado y a la estabilidad pública del país.

La represión del gobierno ruso se suma a los ataques contra la sociedad civil, tras las protestas masivas de 2011-2012 y el regreso de Vladimir Putin a la presidencia, en mayo de 2012. Desde entonces, el Parlamento ha adoptado numerosas leyes que limitan y permiten intervenir la libertad de expresión y la difusión de información. Estas leyes le han permitido procesar injustificadamente a decenas de personas con cargos penales por publicaciones en redes sociales, videos en línea, artículos de prensa y entrevistas. Disidentes de Putin terminan en la cárcel y la intervención estatal de los medios ha alcanzado un nivel no visto desde la caída de la Unión Soviética.

En China, el presidente Xi Jinping ha implementado una campaña para tomar el control total de los medios de comunicación. Los periodistas se tienen que someter a varios procesos rigurosos para poder trabajar en China. Por ejemplo, para renovar sus credenciales tienen que inscribirse en un curso anual de 90 horas para aprender sobre el “Pensamiento” de Xi Jinping y están obligados a descargar la aplicación de propaganda Study Xi, para que las au

toridades puedan recopilar sus datos personales. Periodistas extranjeros son intimidados y forzados a salir del país. Al menos 127 periodistas están detenidos por el régimen por el simple hecho de investigar un tema “sensible” o publicar información censurada.

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Estos dos poderosos líderes mundiales les han enseñado a otros aspirantes autoritarios a suprimir a la oposición. Lo vemos con Victor Orban, en Hungría; Aleksandar Vucic’s, en Serbia, con el exprimer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien sacrificó la libertad de prensa por mantenerse en el poder, y con el expresidente Donald Trump, quien por medio de una constante critica de los periodistas, erosionó la confianza pública en los principales medios de comunicación en Estados Unidos.

En América Latina, resaltan Nicolás Maduro, Daniel Ortega, y Miguel Díaz-Canel. No es ninguna coincidencia que todos son grandes rivales de Estados Unidos y aliados de China y Rusia. Y ojo, que poco a poco se van sumando otros a esta lista de autócratas que están dispuestos a terminar con la democracia para asegurar su estancia en el poder.

POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED

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