El movimiento de protesta desatado en Irán entró en su tercera semana, después de que Mahsa Amini, una kurda iraní de 22 años, muriera luego de tres días, tras su detención por la brigada antivicio por "uso inapropiado" del hiyab.
Lo que sucede en Irán no es un "despertar repentino" de las mujeres. Se les puede observar en el centro de la vida política iraní desde hace más de un siglo, planteando reivindicaciones políticas, socioeconómicas, ambientales. Se han involucrado con organizaciones de derechos humanos, sindicatos y grupos que apoyan los derechos de los presos. Algunas se ocupan de teología y defienden una nueva interpretación laica del Islam, en la que discuten abiertamente la separación de religión y Estado. Las mujeres son el sector más educado de la población.
A diferencia de anteriores protestas, la lucha de las mujeres, que incluye a algunos hombres, converge ahora con movilizaciones de minorías religiosas y étnicas, que buscan mayor autonomía y reconocimiento cultural e identitario. Junto a los kurdos, también la minoría étnico-religiosa sunita eleva la voz. Desde el viernes, en la provincia de Sistán-Baluchistán (al sureste), que limita con Pakistán y Afganistán, estallaron levantamientos, luego de que una joven baluch de 15 años de edad fuese violada por el jefe de Policía de la ciudad de Chabahar.
La marginación de los baluches ha provocado en esa área el estallido periódico de incidentes mortales y la aparición de diversas organizaciones extremistas en la región, como el grupo yihadista Jaïch al-Adl.
Uno de los objetivos de la violencia del régimen y del gobierno de Ebrahim Raissi muy probablemente es enviar un mensaje a otros países de mayoría musulmana, en primer lugar su rival principal, Arabia Saudita. Ahí, el príncipe heredero, Mohammad Ben Salman, ha reducido los poderes de la Policía moral, y organizado eventos culturales y de entretenimiento internacionales. Incluso está desarrollando una industria cinematográfica local, como forma de generar nuevos ingresos fiscales para el reino.
Mientras los Guardias Revolucionarios o Pasdaran (verdadero Ejército paralelo en Irán, de corte ideológico) no se fisuren desde dentro, el régimen encabezado por el Ayatollah muy probablemente se mantendrá en el poder. Con todo, las mujeres iraníes han atacado uno de los pilares de la República Islámica, y merecen toda nuestra atención.
La solidaridad internacional no debe repetir discursos huecos, que reducen la situación, pues sólo reproducen prácticas de sometimiento. Para comprender su lucha, es necesario repasar la compleja circunstancia de las mujeres iraníes, las relaciones con otras categorías sociales; hace falta enmarcarla en la búsqueda más amplia de derechos políticos y sociales para todos los iraníes.
POR MARTA TAWIL
*Investigadora de El Colmex
MAAZ