Mirando al otro lado

Truss y AMLO, de fiasco en fiasco

Liz Truss y AMLO padecen del síndrome de impulsar políticas sin consensos que chocan con la sociedad real

Truss y AMLO, de fiasco en fiasco
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Liz Truss y AMLO padecen del síndrome de impulsar políticas sin consensos que chocan con la sociedad real. Impulsan programas que suenan a consigna política acompañada de jingle comercial, pero que carecen de toda seriedad técnica, presupuestal y de viabilidad. Son, ambos, gobernantes que llegaron al poder suponiendo que sus mayorías legislativas les otorgarían carta blanca automática para torcer la realidad a su antojo.

Y ambos, aunque de forma distinta, se están tropezando con la cruda realidad. Son dos ejemplos de gobernantes contemporáneos, supuestamente de ideología opuesta (de extrema derecha radical la señora Truss y de extrema izquierda radical AMLO). A pesar de esa realidad formal (derecha-izquierda) en realidad son sorprendentemente parecidos.

Los dos parten de la necesidad que tienen de polarizar el ambiente político de sus respectivos países. Esto sucede porque Truss y AMLO consideran que son portadores de un nuevo mensaje para la sociedad. Cargan con una propuesta que pretenden imponer a la mayoría que votó por ellos, pero es una mayoría que no fue claramente informada del alcance de su oferta. Y cuando esa mayoría se percata de los hechos, reacciona, aunque de forma distinta, dependiendo de la sociedad.

Siendo la británica una sociedad con instituciones estatales democráticas más arraigadas y con mayor experiencia probada, ha respondido en conjunto a la propuesta de radicalización extrema con premura y decisión. Pero también porque Truss tenía un plan económico en mente muy desarrollado que quiso imponer desde el primer día. Fue explícita desde su primera aparición en el parlamento cuando desarrolló su programa de “bajos impuestos, alto crecimiento y endeudamiento temporal para mantener los subsidios sociales”.

Básicamente su propuesta consistía en bajar drásticamente los impuestos a los ricos bajo la premisa de que invertirán sus excedentes en la creación de más y mejores salarios. De allí en adelante, Truss visualizaba una Britannia volviendo a su lugar histórico como gran líder del mundo.

Fue una oferta grandilocuente que no tomó en cuenta un pequeño detalle: Gran Bretaña, como el resto del mundo, estaba en recesión producto de la pandemia y la guerra en Ucrania. No estaba en condiciones ni en ánimo de un experimento económico-social de ese corte.

AMLO llegó al poder en México hace cuatro años con una oferta igualmente grandilocuente como la de Truss, pero con bases mucho más vagas e imprecisas. Era una oferta más ideológica que concreta, reflejando en medida importante el poco grado de madurez adquirida por la sociedad mexicana durante nuestra “primavera democrática” que inició en 1997 y está dando signos claros de agotamiento. Las instituciones democráticas en México están mostrando signos de frustración y debilidad, incluso de fenecimiento. Se abre la opción de volver a una noche autoritaria sin sólidas respuestas de rechazo por parte de las mayorías legislativas.

Empezó su primer día de gobierno sin una propuesta económica alternativa, pero con muchos gestos que indicaban por dónde quería caminar. Como no tenía un plan real, aceptaba, durante los primero tres años, una la opción de gobernar vía la gestualidad. Lanzó indicios relevantes como fue la cancelación del gran aeropuerto de Texcoco para contentarse con varios pequeños aeropuertos dispersos, inconexos y, por tanto, ineficientes.

Otro gesto ha sido favorecer las energías fósiles, como la construcción de una refinería cerca de su casa, y ninguneando las energías renovables y limpias. Ningunea las tendencias mundiales en ésta materia, incluso ante las evidencias que ofrece la guerra en Ucrania. Por otro lado, nunca promueve el diálogo político interno con la oposición. Al contrario, favorece la política de la “jauría” como método de gobierno ante las disidencias. La polarización, aparentemente piensa nuestro Presidente, le conviene para salir airoso en las jornadas electorales, pasadas, presentes y futuras.

No fue sino hasta después de las elecciones intermedias del 2021, cuando perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, cuando por fin le hizo saber al país lo que quería. Y probablemente esto es así porque fue entonces, y sólo entonces, cuando por fin formuló su programa de gobierno deseado por él. Estableció tres premisas: una reforma energética, excluyendo la inversión extranjera, una reforma electoral para controlar el órgano ejecutor de las elecciones desde su oficina y la fusión de la Guardia Nacional con el Ejército para crear una fuerza militar autónoma y libre de cualquier transparencia o vigilancia social, y que supuestamente gobernaría con él, haciendo un combo cívico-militar.

A diferencia de Truss, quien propuso su programa de cambio radical el primer día de gobierno, a AMLO se tardó tres años de gobierno (la mitad de su sexenio) en comprender qué quería hacer y cómo lograrlo. Se tardó tres años en formular lo que realmente significa la “4ta Transformación”. Menos mal. Por lo menos ya sabemos todos, más allá de sus primeros tres años llenos de “indicios”, qué es lo que propone para transformar a México. Y también sabemos cómo se propone lograrlo: promoviendo la polarización social y política, estableciendo alianzas secretas con el crimen organizado y tomando de la mano a las Fuerzas Armadas.

Y lo que propone no le está gustando a la sociedad mexicana. Sus últimos dos años de gobierno prometen ser de conflicto abierto, porque el programa radical autoritario populista-que no de izquierda-ya se dio a conocer públicamente. Su amor al modelo cubano nace estrictamente de que, siendo su mente una “tabula rasa” sin propuestas de fondo, encontró en ese estilo de gobierno el modelo atractivo para su limitada visión sobre la construcción de un nuevo Estado.

Había pensado inicialmente que la revolución que visualizaba vendría con el cambio en ciertos criterios presupuestales. Específicamente, con el reparto de mucho dinero en directo a manos de millones de pobres, la presión de cobro de impuestos a ricos, reduciendo sus negocios en el país y tres obras faraónicas del gobierno. Tres años después resintió la derrota electoral en las intermedias. Había que ir a fondo, habrá pensado. Y escogió el modelo cubano, lo cual resultó confirmado cuando viajó a la Isla con los secretarios del Ejército y la Marina para que ellos también se entusiasmaran por el proyecto. Al parecer a los generales les gustó más la parte empresarial que el pequeño detalle comunista.

Hoy el camino que ha escogido el gobierno de AMLO significa romper con la realidad de su situación geográfica, económica, social y política. Está a un paso de romper con el T-MEC y, por ende, con nuestros socios económicos centrales, Estados Unidos y Canadá. Cree que China es el epicentro del futuro mundial, y con Rusia como socio relevante. No dialoga con la oposición, porque su modelo de sociedad es para los que aceptan el partido único e ideología única. Como el flautista de Hamelín, nos invita a su idea de paraíso, que no es más que un precipicio.

Truss cayó porque ofreció una radicalidad autoritaria de derechas. AMLO deberá caer con su modelo de imposición cívico-militar de izquierdas. Ambos llevan sus respectivos países al fiasco. Es hora de convocar a las mentes serenas y maduras al poder.

POR RICARDO PASCOE

ricardopascoe@gmail.com

@rpascoep

MAAZ

 

Temas