EL DON DE LA FE

La mentira del demonio

Satanás es más peligroso cuando dice verdades desvirtuadas a fin de promover el engaño. Es la manera en la que influye en el pensamiento, desvirtuando las normas de la sociedad

OPINIÓN

·
Roberto O'Farrill Corona / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Al demonio, que actuaba impunemente en el mundo, Dios le fijó un límite en Cristo-Jesús, quien vino a redimir a la humanidad del pecado y de la muerte, a enfrentar personalmente a Satanás y a derrotarlo en la Cruz. Este límite impuesto al mal tiene eficacia para los creyentes que se han adherido al mensaje de Jesucristo, pues el camino de salvación es válido únicamente para quienes lo transitan.

Jesús dio a conocer que el demonio miente, y reveló que “era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44), razón por la que muchas personas, aunque escuchan la verdad, no la creen; es que la astucia de Satanás va más allá de la llana mentira, pues es más peligroso cuando dice verdades desvirtuadas a fin de promover el engaño. Es la manera en la que influye en el pensamiento, desvirtuando las normas de la sociedad, transformando la moral en relativismo, la economía en materialismo, y la política en totalitarismo.

Que el demonio tenga poder absoluto sobre el hombre es otra mentira, pues aunque goce de poderes y ventajas en su guerra a la humanidad, se ve impedido por importantes limitaciones.

El demonio no es omnisciente: en su calidad de ángel, es sabio, aunque no lo sabe todo ni tiene conocimientos superiores a los de cualquier otro ángel. Su conocimiento de la naturaleza humana y su inteligencia le permiten anticiparse al pensamiento humano, pero no es más que un engaño que utiliza para anticipar las debilidades y reacciones humanas.

El demonio no es omnipresente: no puede estar en todas partes a un mismo tiempo, pero al ser el jefe de numerosas legiones de demonios, da la impresión de que su poder y presencia están en todas partes.

El demonio no es omnipotente: se le puede ahuyentar y combatir, aunque sólo mediante el poder divino conferido por Cristo, como expresa San Pablo en su Carta a los Efesios, en la que hace notar que la criatura humana, tan inferior al adversario, puede vencerlo y ponerlo en fuga (Cfr 6,10-16).

Los demonios, que nunca pudieron librarse del poder de Dios, el error y principal falla de su rebelión, fueron lanzados, unos al abismo y otros a la Tierra, donde ejercen potestad, pero sólo hasta donde lo permite la voluntad de Dios. Al ser la divinidad realmente omnisciente, omnipotente y omnipresente, el demonio y su rebeldía sólo fungen como un instrumento inconsciente y renuente del plan de Dios, siendo vencido por la Fe, pues es impotente ante el Redentor de la humanidad.

POR ROBERTO O'FARRILL CORONA

MAAZ