COLUMNA INVITADA

500 años

Mientras el curioso lector se sumerge en estas líneas de El Heraldo de México hoy viernes el país se apresta a conmemorar los 500 años de la caída de Tenochtitlán

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Mientras el curioso lector se sumerge en estas líneas de El Heraldo de México hoy viernes el país se apresta a conmemorar los 500 años de la caída de Tenochtitlán. El gobierno ha construido una maqueta monumental en el zócalo reproduciendo el Templo Mayor. ¿Para qué, se preguntan Eduardo Matos o Leonardo López Luján, si el verdadero está allí a un costado y ese dinero ocupado en la maqueta podría haberse utilizado para el mantenimiento del Huey Teocalli? Habrá seguramente danzas y ceremonias y discursos. Ya se ha solicitado al reino de España que se disculpe por la conquista (por cierto, el actual rey es un Borbón, no un Habsburgo).

Mientras esto sucede historiadores, antropólogos, arqueólogos y escritores hemos participado en varios ejercicios colectivos para discutir con cuidado, desmantelando los mitos de esa historia fundacional. Yo mismo he realizado un podcast y he participado en varias mesas redondas. Hay, en ese sentido, algunos mitos de la narrativa que urge seguir comentando. No se trató de una guerra de conquista, sino de la alianza entre los españoles (el 1% de ese ejército) y los pueblos sojuzgados por los mexicas (el 99% restante). Tlaxcaltecas, Colhuas, Huejotzingas y Texcocanos -algunos de ellos- participaron con un forajido -Hernán Cortés- y sus mercenarios para que se terminará el poder mexica en la que llamamos Mesoamérica. Ese final fue producto de esa alianza y no de ninguna superioridad militar, mucho menos cultural.

Otro mito pernicioso es el de la caída misma -construido por los frailes en imitación de la caída de Jerusalén. La ciudad nunca cayó. La antropóloga canadiense Barbary Mundy lo demuestra en un gran libro, La muerte de Tenochtitlán, la vida de México. Ella estudia las parcialidades, los gobernadores indígenas, la continuidad urbana de forma magistral.

Uno más es el de un Moctezuma timorato y supersticioso. El historiador Mathew Restall avanza una hipótesis muy distinta. Para él el Tlatoani quería tener presos a los españoles y “estudiarlos” en su zoológico (el mal llamado aviario de Moctezuma), donde había también discapacitados, albinos, no solo animales.

La Malinche, por su parte, no era una “traductora simultánea”. Las conversaciones entre Moctezuma y Cortés eran, seguramente, un teléfono descompuesto. Malinche solo sabía náhuatl y maya, no castellano. Cortés hablaba, Jerónimo de Aguilar traducía del castellano al maya y Malinche del maya al náhuatl. Moctezuma, entonces, al responder tenía que volver a esperar esa doble traducción o traición.

Nuestra mal llamada Noche Triste -o alegre, depende de donde se vea- representó casi el final de Cortés. Si se lee con cuidado los Anales de Tlatelolco -donde se narra la huida de ese ejército diezmado. Cortés no lloró en ningún árbol y los Tlaxcaltecas le pidieron condiciones muy particulares para volver a aliarse y realizar un nuevo asedio a la ciudad. Cortés tampoco quemó las naves ni las hundió. Utilizó la madera y los instrumentos de esas barcazas encalladas para hacer dieciocho bergantines con los que, finalmente, terminó por vencer a Cuauhtémoc.

Las fuentes tlaxcaltecas son sumamente ricas en contar cómo se fraguó esa nueva alianza. El Lienzo de Tlaxcala es elocuente. Cortés construyó una narrativa de conquista y superioridad falsa, se presentó como el vencedor ante Carlos V quien estaba necesitado de legitimidad después de haber acabado con el motín de los comuneros -pero que de cualquier forma tenía levantamientos en Cataluña y Portugal. El que sería después Capitán General necesitaba también ese reconocimiento. Él y Bernal Díaz -y después los frailes- construyeron una narrativa falsa que seguimos repitiendo en México como si fuera la historia verdadera. Esa idea de derrota, de caída, de no poder vencer ha ido, tristemente, integrándose a una especie de psicología colectiva del mexicano cuya última repetición consiste en la imposibilidad de ganar en los penalties en futbol. Así se narra la historia patria en la escuela primaria y así nuestros líderes políticos repiten la engañifa. Al no haber México -sino un conjunto de pueblos con distinta religión, lengua y costumbre. No hubo conquista de México, no al menos el 13 de agosto de 1521. Se terminó con el poder central de la Triple Alianza. Por eso la lingüista mixe Yasnaya Aguilar ha insistido en que debemos empezar por pensarnos como un país multiétnico, plurilingüístico y construido por varias naciones, plurinacional.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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