COLUMNA INVITADA

Entre la espada y la pared

El reciente conflicto entre Israel y Hamás llegó justo cuando Biden intenta contener al ala izquierda de su partido y alcanzar acuerdos bipartidistas con Republicanos

OPINIÓN

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Lila Abed/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Estados Unidos e Israel tienen una de las alianzas militares y estratégicas más fuertes del mundo. La relación es de beneficio mutuo. Estados Unidos recibe inteligencia israelí sobre asuntos importantes para su seguridad nacional y representa una afinidad ideológica al ser la única democracia liberal en la región. El respaldo económico y político de EU es fundamental para la existencia y permanencia del Estado de Israel. Desde 1948, el Congreso estadounidense le ha asignado 146 mil millones de dólares a su aliado, que recibe cuatro mil millones de dólares anuales en asistencia militar, convirtiéndolo en el mayor receptor de asistencia extranjera. 

Durante décadas, tanto demócratas como republicanos han apoyado a Israel, casi de manera incondicional, insistiendo en que cuenta con el derecho inherente a defenderse. La seguridad y el apoyo estadounidense a Israel era un tema de convergencia, no de discordancia. Sin embargo, el presidente Joe Biden tomó las riendas de la Casa Blanca en un momento de alta polarización y cambio social en EU. Heredó un partido Demócrata más inclinado a la ultraizquierda y el creciente poder de los movimientos de justicia racial en el país han cambiado el tono de la relación con Israel. Aunado a esto, los demócratas progresistas promueven la defensa de los derechos palestinos y rechazan el acercamiento que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha tenido con la derecha en los últimos años, bajo la administración de Donald Trump. 

El reciente conflicto entre Israel y Hamás llegó justo cuando Biden intenta contener al ala izquierda de su partido y alcanzar acuerdos bipartidistas con los republicanos para aprobar iniciativas en el Congreso. En sus primeros meses como Presidente, enfocó su estrategia de política exterior en otras regiones, como Asia, para evitar un enfrentamiento con sus colegas demócratas, ya que los necesita unidos en el Legislativo. Los demócratas tienen una mayoría débil en el Congreso, especialmente en el Senado, y requiere que toda la bancada vote a favor de sus proyectos para que prosperen. Cuando 28 senadores demócratas, más de la mitad del grupo progresista, suscribieron una declaración pidiendo el alto al fuego entre Israel y Palestina, Biden por primera vez en una conversación telefónica con Netanyahu le instó buscar una tregua con Hamás

No obstante, en una conferencia de prensa el viernes pasado, las declaraciones del mandatario estadounidense fueron contundentes, “no hay cambio en mi compromiso con la seguridad de Israel. Punto”. Advirtió que no habrá paz hasta que la región reconozca de forma inequívoca el derecho de Israel a existir como un Estado judío independiente. El único cambio que confesó fue que Estados Unidos busca una solución de dos Estados para Israel y Palestina. Si bien Biden dejó claro la continuación del apoyo que recibirá Israel por parte de su gobierno, informó que el secretario de Estado, Antony Blinken, viajaría al Medio Oriente esta semana para mostrar el compromiso de la Casa Blanca con la reconstrucción de Gaza, afianzar el alto al fuego y evitar futuras agresiones entre ambas partes. 

Las señales mixtas que envía Biden demuestra la presión que enfrenta su gobierno al tratar de complacer a todos los actores políticos involucrados. Es un teje y maneje delicado: respaldar a Israel, mantener la unidad en el partido demócrata y ser congruente con su compromiso de proteger los derechos humanos a nivel internacional.

POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED

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