COLUMNA INVITADA

La pandemia, según Baricco

Como siempre, la tesis central de Baricco es clara, de allí el título: la pandemia era algo que estábamos buscando, que necesitábamos como especie para construir un nuevo mito explicativo

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hace tiempo que Alessandro Baricco nos asombra en su faceta de ensayista. Su Esperando a los bárbaros resultó una de las lecturas más convincentes de nuestra modernidad líquida. Ahora Anagrama en sus nuevos cuadernos publica Lo que estábamos buscando, una reflexión en treinta y tres fragmentos sobre la pandemia que es polémica, retadora y está llena de iluminaciones.

Como siempre, la tesis central de Baricco es clara, de allí el título: la pandemia era algo que estábamos buscando, que necesitábamos como especie para construir un nuevo mito explicativo. La pandemia es una criatura mítica, como el Minotauro o el amor. Para Baricco una criatura mítica es un producto artificial con el que los seres humanos se dicen a sí mismos algo urgente y vital, figuras para organizar el material caótico de nuestros miedos, creencias o sueños. Luego aclara que afirmar que la Pandemia es una creación mítica no quiere decir que no sea real o mucho menos, que se trate de una fábula.

También si pensamos la Pandemia como un acontecimiento histórico que pone en blanco y negro nuestras creencias colectivas es porque para Baricco la Historia es aquello que alcanzamos a pronunciar de nuestras premoniciones. Es un grito. La Pandemia es entonces mucho más compleja que una simple emergencia sanitaria, ya que representa para él una construcción colectiva en la que diversos saberes e ignorancias han empujado en una misma dirección. “Inofensivos eventos deportivos, perfiles sociales aparentemente insignificantes, gobiernos frágiles, periódicos al borde de la quiebra, simples aeropuertos, años de política sanitaria, el pensamiento de innumerables intelectuales… el regreso al escenario de los expertos, la silenciosa existencia de los gigantes de la economía digital, todo ha trabajado para generar no un virus, sino una criatura mítica que desde el inicio se ha apoderado de toda la atención y todas las vidas del mundo”.

Afirma Baricco que antes que enfermedad la figura mítica se apoderó del mundo y del imaginario colectivo. Solo la guerra -especialmente en Europa- ha sido registrada en la memoria de una forma tan brutal. De hecho, afirma tajante que se puede pensar que casi todas las elecciones de cualquier tipo que hemos tomado los seres humanos en los últimos cincuenta años parecen haber sido a propósito para crear las condiciones de una pandemia.

Si la Pandemia es un grito, ¿qué es lo que vocifera? Esa es una de las preguntas más interesantes que el libro plantea sin proponer una única respuesta. Baricco ensaya alguna: detenernos, o al menos caminar un rato “en cámara lenta”. Decir cuán intolerable era la vida que nos construirnos en la modernidad tardía a pesar de que al final de la enfermedad global todo siga igual, aunque un poco más limpio.

Otra posible conclusión post-pandémica (si ese estado nos llega algún día), saber que nada cambia sino es por contagio. Para Baricco, además, es claro que, a nivel técnico, la Pandemia (primera criatura mítica ensamblada en la era digital) ha estado gobernada por inteligencias del siglo XX. Obsoletas, asimétricas. Para el autor italiano aun antes de que termine la Pandemia ya sabemos que la ciencia se tambalea. No la infalibilidad de la ciencia, sino del pensamiento científico como útil.

La Pandemia, por otro lado, no ha sido democrática. Se ha ensañado con los viejos, se ha ensañado con los pobres. Esto lo sabe Baricco y lo comenta, así sea tangencialmente en el libro. Por eso quizá abordar al final el tema de la disciplina -e incluso la ciega obediencia en algunos países- ante las directrices sanitarias y la biopolítica es un acierto. “Un sordo deseo de disciplina serpenteaba bajo la piel de una civilización a la que le gustaba imaginarse libre, abierta, rebelde, incluso caótica”, escribe. Más bien, ahora lo sabemos, estaba hambrienta de orden, de disposiciones, prohibiciones, limitaciones. Quien ama el orden, dice más adelante, lo ama para atacar, limpiar, disciplinar, no como táctica de defensa. El orden como expresión de fuerza.

Hay un fragmento del libro que ofrece esperanza, que piensa que es reconfortante tomarse tiempo para leer otra proclama de la Pandemia. Tiene que ver con la forma en que estamos con el mundo. La falta de equilibrio, nuestras técnicas de dominación de la naturaleza fallidas como especie. “Sería imperdonable pensar, a partir de ahora, que algún tipo de inmunidad nos mantiene a salvo de las consecuencias de nuestros actos”, sentencia.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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