Columna Invitada

No nos acostumbremos

Nada peor para la ciudadanía que acostumbrarse a un discurso ofensivo, intimidador y desinformador

No nos acostumbremos
Arturo Sánchez Gutiérrez / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Los nuevos liderazgos políticos recurren al discurso cotidiano y la exposición al público, como una estrategia para vender proyectos y posicionar al gobierno. El éxito de Andrés Manuel López Obrador consiste en haber construido una narrativa convincente, centrada en la lucha contra la corrupción y la política tradicional. Con todo, el discurso político moderno enfrenta los efectos de su reproducción automática en las redes sociales y la pronta respuesta de críticos que cuestionan el alcance de la retórica presidencial.

Así, la palabra presidencial pierde efecto y confianza por agotamiento del discurso, lo que daña al personaje y también a la institución que encarna al Poder Ejecutivo en nuestro país. Se daña a la credibilidad, pero también a la democracia, porque requiere instituciones sólidas. Nada peor para la ciudadanía que acostumbrarse a un discurso presidencial ofensivo, intimidador y desinformador. En especial resulta imprescindible no acostumbrarnos a la mentira como parte de la cotidianidad en el discurso político. Esa actitud fácilmente se reproduce en otros funcionarios y gobernantes, lo que genera un entorno comunicacional en el que el ciudadano queda en la indefensión e incertidumbre.

Los “otros datos”, siempre desconocidos, nunca publicados, ocultos en las paredes de Palacio Nacional, ya no permiten creer en los avances de la vacunación, por ejemplo, o en la realidad de la situación económica que se reduce al recurrente “vamos bien”. Por eso, ante la falta de claridad y rendición de cuentas, la crítica se impone como una reacción casi automática. No debemos acostumbrarnos a la mentira cotidiana, y menos al rechazo a la crítica y a la descalificación de las personas desde la tribuna presidencial a intelectuales, académicos, periodistas, empresarios y opositores, entre otros.

En democracia, el debate y el disenso son la normalidad. Por eso no nos debemos acostumbrar a pronósticos que no se cumplen, a los ataques arteros a las Instituciones del Estado Mexicano como el INE o el INAI, a la falta de respeto a la división de poderes, y menos aún a la consistente violación a la Constitución por la reconocida intromisión presidencial en el proceso electoral en marcha. Por el bien de México y sus instituciones, los ciudadanos no debemos acostumbrarnos a la cotidianidad de las mañaneras desgastadas por el discurso equívoco y ofensivo.

Dentro de l6 días estamos llamados a las urnas para refrendar nuestra democracia. La defensa de las instituciones requiere de hacer constar, otra vez, que los mexicanos preferimos el camino institucional para renovar a nuestros gobernantes, más allá del discurso polarizador o de falsas acusaciones de fraude. El simple hecho de ir a votar ratifica nuestra confianza en el México institucional. No nos acostumbremos, no aceptemos, una narrativa que descalifica a la sociedad civil organizada, como Mexicanos Contra la Corrupción, o a las instituciones que garantizan nuestra democracia, como el INE. Votemos el 6 de junio.

Por ARTURO SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
PROFESOR INVESTIGADOR TEC MONTERREY
@ARTUROSANCHEZG

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