SER ES RESISTIR

Elle es Demi Lovato; “elle” no deforma la lengua, la enriquece

Personas trans y no binaries nos nombramos a nosotres mismes con palabras, pronombres y expresiones que hasta ahora no existían; pugnamos por un lenguaje que no omita cuerpos, vidas ni identidades.

OPINIÓN

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Láurel Miranda / Ser es resistir /.Opinión El Heraldo de México

Sobre la lengua me gustaría sostener dos cosas: la primera, que ésta es de los hablantes, pues los diccionarios se encargan sólo de recoger y explicar los términos empleados por la sociedad; la segunda, que está en constante cambio. Pensemos, por ejemplo, en que el español que hablamos ahora no se parece ni de lejos a aquel que podemos ver escrito en el célebre Don Quijote de la Mancha… tampoco es aquel de El periquillo sarniento… ni siquiera el de Santa. Hablamos y nos desenvolvemos con un español al que se han sumado palabras, expresiones y construcciones gramaticales que antes no existían y que las hemos construido, precisamente, para llenar ese vacío. Lo mismo ocurre con “elle”, pronombre al que personas no binaries como Demi Lovato recurren ante la ausencia de otro que les defina.

Este mismo fenómeno, el de la “aparición” de nuevas palabras para referirnos a nuevos objetos, dispositivos, tecnologías, acciones, etcétera, ya ha ocurrido antes. Disculpen ustedes mi simpleza, pero las televisiones no han tenido que pedirnos que dejemos de llamarlas televisiones para que comencemos a llamarlas pantallas. Jack Dorsey no ha tenido que pedirnos que introduzcamos el verbo “tuitear” para que lo empleemos en sustitución de “voy a escribir un tweet”. Es más, hay algunas expresiones aún más innecesarias que, sin embargo, hemos adoptado sin mayor problema: ya no se almuerza los fines de semana con tus amigues en la colonia Roma, sino que se brunchea

Demi Lovato es una persona de género no binario.

Como hablantes hemos incorporado palabras a nuestra lengua cada vez que aquellas con las que contamos no nos parecen bastar o no se adecuan de la mejor manera a aquello que deseamos expresar. Las personas trans y no binaries hemos existido desde el principio de la humanidad, pero es hasta ahora que comenzamos a nombrarnos o, mejor dicho, a autonombrarnos. Sí, autonombrarnos, porque ya antes en la sociedad nos llamaban “hombres vestidos de mujer”, “raritos”, “jotos”, “maricones” “locos”, “marimachos”, “machorras” y un largo etcétera. Muchas de esas palabras que, por cierto, nos hemos apropiado y resignificado en una historia de resistencia contra las violencias cisheteropatriarcales. 

Pero retomo: hoy estamos en un momento de la historia en que personas trans y no binaries nos nombramos a nosotres mismes de esta manera, con palabras, pronombres y expresiones que hasta ahora no existían. Aunque exista quien se identifica plenamente con los pronombres “él” o “ella”, hay también otras personas no binaries que optan por “elle” (o “they/them”, en inglés, como Demi Lovato). Lo menos que podemos hacer es respetarles y referirnos a elles como lo desean. 

Cuando pienso en la reticencia de las personas a incoporar nuevos pronombres o palabras para referirnos a las personas que no se ajustan al modelo binario del género (según el cual sólo existimos hombres y mujeres), pienso también en que algo parecido ocurre con las modificaciones al cuerpo: cuando éstas son realizadas por personas trans, suelen ser vistas como “mutilaciones” o “deformaciones”, algo que no sucede cuando las personas cisgénero se someten a cirugías estéticas. ¿La razón? Que mientras las segundas no atentan contra los mandatos del sistema sexo/género, las primeras sí que lo hacen. 

Pero no se me malinterprete. Sé que en el caso de la lengua, la incorporación de un pronombre implica, a nivel colectivo, muchas más complicaciones que las que supondría una cirugía estética o de reafirmación de género. Son precisamente estas complicaciones las que suelen argumentar voces críticas formadas en lingüística, letras o periodismo.

Nos dicen estas voces (de las que, he de confesar, alguna vez yo formé parte; ¡bendito tiempo, bendita vida que nos cambian!) que las modificaciones en la lengua para ser legítimos deben proceder de la base de los hablantes y no de una cúpula (como suponen que somos las personas trans y no binaries); dicen también que altera la morfología del español hasta volverlo complicado de escribir, pronunciar y entender para la totalidad de los hablantes. Hasta ahora, sin embargo, no he encontrado a persona o lectorx algunx que genuinamente no entienda lo que escribo o hablo cuando empleo el llamado lenguaje inclusivo (que ahora yo prefiero llamar lenguaje holístico o igualitario); sí encuentro, por el contrario, personas que se oponen, desde el privilegio de haber sido siempre nombrados por la sociedad, a la autonomía decisional, corporal y al derecho a la identidad de aquellas personas que no encajan en la normatividad del género.

Por fortuna, existen también lingüistas, filósofxs y periodistas, entre otros, que defendemos y reivindicamos el uso de un lenguaje que finalmente nombre las identidades que hasta ahora nos habíamos empeñado en fingir que no existían; un lenguaje que no omita cuerpos, vidas ni identidades; un lenguaje que abarque cada vez más posibilidades de ser y de existir. Sabemos, por supuesto, que existen lenguas como el francés en el que la implementación de un lenguaje igualitario implica muchas más complicaciones que en idiomas como el inglés. Pero sabemos también que en el caso del español la implementación es, cuando menos, no imposible. 

Algunxs de nosotros nos pronunciamos contra la cobertura que decenas de medios de comunicación realizaron sobre el anuncio de le cantante Demi Lovato, quien este miércoles se presentó ante el mundo como una persona de género no binario, añadiendo además que sus pronombres son they/them (elle en español). Y condenamos la cobertura periodística porque la mayor parte de ella mostró la indiferencia o nula sensibilidad que existe en los medios para abordar temas relacionados con género e identidades sexogenéricas no normativas.

Al respecto, la asesora en lingüística y periodista Paulina Chavira hizo un llamado a los medios de comunicación en español: “Nuestra responsabilidad --escribió en Twitter-- es actualizar lo que sabemos de la lengua y su desarrollo. No podemos seguir traduciendo el ‘singular they’ como ‘ellos’. Si no les gusta elle, creemos otra palabra, pero ya no pueden seguir usando ‘ellos’, por favor”. Sobre la forma correcta de traducir “they” cuando éste no se refiere al plural, agregó: “El pronombre personal que muchas personas no binarias usan en inglés (‘they’ o ‘singular they’) se traduce como ‘elle’, así, en singular. Si hablamos de varias personas no binarias, entonces sí usamos ‘elles’ y la concordancia debiera hacerse con la ‘-e’ en este caso”. 

No es tan difícil referirnos a las personas como éstas desean ser nombradas. Lo que no se nombra, no existe. Y, como bien apuntó Chavira durante una conversación para Homosensual, las personas “necesitamos tener palabras para expresar realidades”. Aceptémoslo, nuestra realidad es otra.