Columna invitada

¿Cómo destruir una democracia?

No percibo en las críticas de medios de comunicación, intelectuales y periodistas intentos “golpistas” al actual gobierno

¿Cómo destruir una democracia?
Onel Ortiz Fragoso / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

No percibo en las críticas de medios de comunicación, intelectuales y periodistas intentos “golpistas” al actual gobierno. Tampoco en las declaraciones y acciones del Presidente Andrés Manuel López Obrador veo una “dictadura” como la que decretan desde algunos sectores de la oposición. Las palabras tienen peso: “golpista” y “dictadura” deben usarse con responsabilidad.

Recuérdese la historia propia y de naciones hermanas para constatar que afortunadamente México está distante de un golpe de Estado como el propinado a Salvador Allende o de dictaduras como la de Pinochet o Videla. Ni el fascismo, ni el comunismo son posibles en la actualidad.

¡Vamos! Estamos lejos de regímenes como los de Cuba o Venezuela, porque en México en medio siglo se ha construido una democracia, imperfecta, pero que ha hecho realidad el acceso al poder por medio del voto.

Una democracia no se destruye a “tuitazos”, notas, caricaturas, editoriales o “memes”. Tampoco por los estilos de los presidentes en turno. En el Siglo XXI, la democracia ha sobrevivido a Fox, Calderón, Peña Nieto y sobrevivirá a López Obrador.

Ojalá que en la discusión pública existieran más argumentos y menos adjetivos, pero la realidad es que hay libertad de expresión, en la cual se incluye el Presidente. El hecho de que el Ejecutivo exprese sus opiniones y deseos no significa que se cumpla siempre su voluntad.

Ahí están los amparos a las leyes de hidrocarburos, energía eléctrica y telecomunicaciones o la cancelación de las candidaturas de su partido a los gobiernos de Guerrero y Michoacán. No se analice el estilo de gobernar del Presidente López Obrador con la vara del presidencialismo de los gobiernos posrevolucionarios.

López Obrador ha ejercido las enormes facultades constitucionales y legales de las que han dispuesto sus antecesores desde 1917. No más, pero tampoco menos.

Una democracia se destruye con estallidos sociales, con el rompimiento institucional que plantea una forma diferente al voto para acceder al poder. ¿La democracia mexicana ha estado en riesgo? Sí, en dos momentos en los últimos 50 años. En 1988, cuando apenas era un embrión, después de que le otorgaran el triunfo a Carlos Salinas de Gortari, el país estuvo al borde del estallido social. La responsabilidad de Cuauhtémoc Cárdenas y los integrantes del FDN canalizaron el descontento hacia la lucha electoral y a la creación de un partido: el PRD.

En 2006, cuando en lugar de anular la elección y repetir el proceso para que existiera un claro ganador, se impuso a Felipe Calderón, el país estuvo cerca del estallido. Andrés Manuel López Obrador y la dirección del PRD canalizaron el descontento hacía la resistencia civil pacífica.

Un plantón en el Zócalo y Reforma que fue criticado, pero que sirvió de dique para impedir el rompimiento en momentos críticos. Ahora corresponde a todos cuidar la democracia.

ONEL ORTIZ FRAGOSO

ANALISTA POLÍTICO Y ASESOR PARLAMENTARIO

@ONELORTIZ

MAAZ

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