MALOS MODOS

El presidente y los periodistas

Lo evidente es que las mañaneras no son para rendir cuentas, sino para anular críticas concretas y fundamentadas

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una señal de que ya te cayó el populismo es que el oficialismo empieza a dar por buenas así, casual, sin inmutarse, una tras otra, aseveraciones sin pies ni cabeza; a normalizar el disparate, a convertir el atentado contra el sentido común en un denominador así, común. Como que un hombre acusado de violación por varias mujeres no debe ser descabalgado de la carrera a gobernador porque pus la “politiquería”. O que López-Gatell, funcionariazo, hizo lo correcto. O, y entro en materia, que es procedente, justificable, democrático, que el presidente invierta sus conferencias en insultar y calumniar, con nombres y apellidos, a quienes escriben o hablan en los medios.

No lo es. Dicho de otro modo: una señal de que ya te cayó el populismo es que te ves obligado, una y otra vez, a subrayar lo evidente. (El populismo no solo es destructivo: es una hueva).

Lo evidente es que las mañaneras no son para rendir cuentas, sino para anular críticas concretas y fundamentadas, sí, y de paso cualquier crítica futura: por eso la estigmatización por la vía de la calumnia y el complotismo convertido en norma. El ejemplo más grosero fue el de la Auditoría Superior de la Federación. Que hubo errores y que ustedes, buitres, intentaron utilizarlos. Hombre, sí, hubo errores. Graves. También, unos cuantos aciertos. Los aciertos dicen que la tranza, la incompetencia, la inviabilidad y la discrecionalidad no son excepciones, manchitas en un paño blanco, sino la norma en los proyectos del presidente.

También es evidente que el ejercicio de la crítica no equivale a una voluntad de polarización, argumento muy del oficialismo fofo, emboscado, que implica la aberración argumentativa de la equidistancia imposible, esa que tiene de un lado a un presidente todopoderoso, con el presupuesto, la tropa y las cámaras a su servicio, y del otro a un articulista. Para no hablar del otro argumento del oficialismo marrullero: “Señor presidente, evite sulfurarse, esos raptos, por mucho que los periodistas malquierientes enloden su trabajo”. Que se traduce como: “No los pele. Voltéeme a ver, a mí, testigo elocuente de su grandeza”.

Y es que, enésima obviedad, no son “raptos”. El tic de la calumnia y el calificativo no es un detallito piñatón en una gran presidencia. Es un rasgo central, un pilar de esta administración, sacado del manualito, sí, populista. La libertad de expresión, colegas, no es un ingrediente coqueto de los países libres, sino uno de sus fundamentos.

“Con nombre y apellido”, decía. Pues sí. En Palacio Nacional se ha arremetido, entre otras, contra figuras tan disímbolas como Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Héctor de Mauleón, Leo Zuckerman, Jesús Silva-Herzog Márquez, Denise Dresser, Carlos Elizondo, Carlos Loret o Brozo.

A todos, de nuevo, lo evidente: cariño, admiración, solidaridad.

POR JULIO PATÁN
JULIOPATAN0909@GMAIL.COM 
@JULIOPATAN09

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