Termina el 2021 con un saldo negativo a todas luces. Quizá el único éxito tangible fue la producción en masa de vacunas anti COVID y su irregular distribución y aplicación en el planeta, lo que finalmente salvó millones de vidas.
La recuperación económica desigual es también parte de lo que hay que rescatar en estos tiempos oscuros en donde la pandemia sigue mutando como fantasma traicionero que se asoma una y otra vez en busca de víctimas y daños colaterales.
No hay país ni gobierno que pueda decir que salió victorioso en esta guerra sanitaria, aunque hay algunos cuyas pérdidas son menores por su grado de prevención y responsabilidad para con sus habitantes.
No es este el caso de México donde prácticamente la población ha tenido que arreglárselas sola ante los embates del virus. Y es que la política paternalista del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha incluido únicamente un reparto de recursos económicos directos a personas y no a empresas o unidades productivas de distinto tipo.
La idea es sobrevivir y no garantizar una salida digna a su situación de carencias extremas. Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ratifican el crecimiento de la pobreza y la pobreza extrema, con lo que se demuestra que la transferencia de efectivo por sí misma no permite superar o disminuir la condición de marginación crónica. Los más de 650 mil muertos en forma directa e indirecta por efecto de la pandemia, y el hecho de que la mitad de la población carezca de la protección que brindan las vacunas, nos habla de los costos sociales que en este año han tenido que pagar los más pobres de este país.
Un sistema de salud que no permite la compra eficaz de medicamentos, así como la distribución y en su caso la aplicación de las vacunas necesarias para la protección de las personas, son sin duda el fracaso más lamentable del gobierno en este año.
La descalificación a medios, periodistas, o funcionarios de entidades autónomas por parte del Presidente, continúan atizando el odio social y la imposibilidad de un diálogo político civilizado. La alternativa: sometimiento o destrucción, sigue siendo la constante en la relación entre gobierno y sociedad. No es este el mejor escenario para una recuperación en el año que se avecina. La fuga de capitales en el sector financiero y la ausencia de confianza para la inversión privada han sido la constante en estos últimos doce meses.
Esperemos que en los próximos días podamos encontrar otros indicadores que nos permitan revertir esta deplorable situación. A todos los lectores un feliz 2022 lleno de salud y alegría.
POR EZRA SHABOT
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MAAZ