Anecdotario

"El baño francés"

Nadie diría que detrás de la suntuosidad que caracteriza al imponente Palacio de Versalles, se esconde una historia fétida

"El baño francés"
Atala Sarmiento / Anecdotario / Opinión El Heraldo de México Foto: FOTO: Especial

Esa famosa idea de un baño a la francesa es completamente real cuyo origen se remonta a Luis XIV. Francia entonces había sido azotada por una epidemia de peste. La gente tenía pavor al agua porque lo consideraban el medio de transmisión para las enfermedades, así que empezaron a evitar los baños para no contaminarse.

Esta creencia dio lugar a los baños en seco que consistían en pasarse un paño de algodón humedecido con una mezcla de alcohol y perfume por todo el cuerpo.

En palacio la higiene personal se medía a través del cambio de ropa interior que eran unos carísimos camisones holgados con encajes en los puños y cuellos que sobresalían a las prendas y demostraban el estrato social al que pertenecías. Sólo la aristocracia y la realeza podía darse el lujo de cambiarse 2 ó 3 veces al día la ropa interior, previo uso de un potente perfume con base de ámbar y almizcle.

Pero las prendas que usaban encima, confeccionadas en seda y terciopelo, nunca se lavaban e iban recogiendo polvo, suciedad y sudor humano.

El pelo no se lo lavaban nunca con agua, se rociaban unos polvos que, a la larga, provocaban caída prematura y calvicie, y tenían piojos. En la cara se ponían polvos blancos -tóxicos y astringentes- que contenían plomo y desarrollaban envejecimiento precipitado; se ponían lunares de tafetán para cubrir imperfecciones o cicatrices de viruela.

Se sabe que la Reina Maria Antonieta se duchaba una sola vez al mes y que se mandó a hacer el perfume más lujoso del reino porque mezclaba las flores de las 4 temporadas del año, cosa inusual para la época.

Pero la hediondez que emanaba de cualquier rincón de Versalles, se dice, era verdaderamente insoportable.

En todo el recinto real había solamente 350 chaises percées, o sea, unas sillas con un orificio para defecar, que no alcanzaban para los 10 mil aristócratas que llegaron a habitar el palacio; aunque algunas versiones apuntan que llegaron a ser 20 mil.

Lo que sucedía entonces es que la gente solía hacer sus necesidades donde le pillaran las ganas, lo mismo podía ser detrás de una cortina, que en las escaleras, o en un pasillo ¡Donde fuera! Y sin ninguna privacidad.

Las mujeres tenían un criado que las acompañaba y que llevaba una palangana para que defecaran. Después desechaban los restos a una fosa especial para materia fecal que solo era vaciada dos o tres veces al año y la peste era insufrible.

Para disimular su propio hedor hombres y mujeres cargaban un saquito con hierbas aromáticas que se colocaban cerca de las axilas y entre los muslos.

La Corte Perfumada era el apodo con el que se conocía a Versalles, pero ¿Cuál era el perfume? Flores u orines.

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI

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