MISIÓN ESPECIAL

200 años de diplomacia mexicana

La diplomacia mexicana es la primera línea de defensa de la soberanía y de la preservación y engrandecimiento del Estado Mexicano. Cuidemos al Servicio Exterior Mexicano

OPINIÓN

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Martha Bárcena Coqui / Misión Especial / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Años atrás mi jefe en el Acervo Histórico Diplomático, José María Muriá, me dio un paquete de documentos y dijo: “Escribe una historia de la Secretaría de Relaciones Exteriores en 100 cuartillas”. Cumplí instrucciones, entregué el texto, nunca publicado.

Comparto ahora una síntesis de lo escrito sobre la creación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y del Servicio Exterior Mexicano.

Apenas lograda su independencia, los mexicanos nos enfrentamos a la ardua tarea de constituir el Estado, darle instituciones y vigencia política. Desde entonces todo era materia de debates, denuncias y conspiraciones, del régimen político a la designación del último funcionario.

En 1821, los problemas eran múltiples. En el ámbito interno el restaurar el orden y la seguridad, enfrentar los retos económicos y las arcas vacías y atender a esa sociedad desigual heredada de la época virreinal. En el ámbito exterior la imperiosa necesidad de lograr el reconocimiento del Estado mexicano.

La institución de un aparato jurídico y administrativo fue requisito central para la existencia y sobrevivencia del Estado. El 4 de octubre de 1821, la Regencia del Imperio Mexicano, procedió a la designación de cuatro secretarios de Estado, conforme a la tradición española: José Manuel de Herrera secretario de Relaciones Exteriores e Interiores; Antonio Medina secretario de Guerra y Marina; José Domínguez, secretario de Justicia y Negocios Eclesiásticos y José Pérez Maldonado secretario de la Hacienda Pública.

Fueron ratificados el 8 de noviembre de 1821, cuando entró en vigor el reglamento para las funciones de las secretarías que definía competencias. 

A la Secretaría de Relaciones Exteriores e Interiores le correspondió “hacerse cargo de todas las relaciones diplomáticas con las partes extranjeras” que, a decir verdad, no eran muchas, básicamente con Colombia, el primer país con el tuvimos relaciones diplomáticas.

El reglamento de las secretarías establecía la plantilla de empleados, procedimientos, la creación de un archivo en cada secretaría y un horario de trabajo.

El secretario José Manuel de Herrera informó al Congreso en 1822 la división de funciones en la Secretaría en cuatro secciones. La primera, de Estado, atendía los asuntos diplomáticos.

El 6 de mayo de 1822 se emitió la primera reglamentación sobre el Cuerpo Diplomático Mexicano, hoy Servicio Exterior Mexicano. Los diplomáticos tenían que ser nativos del país o bien con residencia de al menos 7 años. El secretario tenía que impartirles instrucciones oportunas.

En 1822 se informó también que se habían designado representantes para los Estados Unidos y la Gran Bretaña y que se estaba en “amistosa correspondencia” con el resto de las repúblicas de Iberoamérica.

El objetivo principal de la acción internacional fue lograr el reconocimiento del Estado mexicano.

Los primeros años de vida independiente fueron convulsos y en 1828, el presidente Guadalupe Victoria señaló al Congreso:

“En tiempo de convulsiones, la fuerza que obra en los Estados para su engrandecimiento se limita a procurar su conservación”.

Desde el siglo XIX hasta ahora, el Servicio Exterior Mexicano, el servicio civil de carrera más antiguo del país, es la primera línea de defensa de la soberanía y el interés nacional, con una visión de permanencia y engrandecimiento del Estado que trasciende a los gobiernos. Así fue en un inicio y así deberá de continuar.

POR MARTHA BÁRCENA COQUI

EMBAJADORA EMINENTE

MARTHA.BARCENA@ELHERALDODEMEXICO.COM 

@MARTHA_BARCENA

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