ORBITANDO

Copresidenta, con todo el poder

La pareja presidencial en Nicaragua cerró por completo el espacio democrático y confeccionó una elección a su medida

OPINIÓN

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Israel López Gutiérrez / Orbitando / Opinión El Heraldo de México. Foto: EspecialCréditos: Especial

Se da por descontado que en la elección de mañana en Nicaragua, Daniel Ortega conseguirá su cuarto mandato presidencial consecutivo, aunque lo que realmente está en juego es la consolidación de la antes vicepresidenta y hoy recién nombrada copresidenta y primera dama, Rosario Murillo.

El nuevo nombramiento de Murillo fue de facto, porque en la Constitución, que Ortega reformó en 2014 para mantenerse en el poder, no contempla esa figura; la designación se hizo en cadena nacional durante la campaña de reelección, que dicho sea de paso, no tuvo sentido: todos los opositores reales están presos.

En la campaña electoral de 2016, cuando el dictador nicaragüense no había encarcelado como ahora a todos sus adversarios, inscribió a Murillo como compañera de fórmula, y pasó por encima de la vieja guardia sandinista, que ha mostrado un rechazo tácito a su cargo como vicepresidenta con encontronazos y diferencias con ella.

La primera dama oficializó así su ascenso a la primera línea de mando del Ejecutivo, luego de ejercer informalmente una especie de rango de "superministra" desde 2007, cuando Ortega regresó a la Presidencia, un cargo que se labró con constancia y cuyo génesis de influencia muchos críticos ubican en el encubrimiento del abuso sexual que denunció su hija, Zoilamérica, a manos del gobernante.

Desde entonces, Murillo se subió a un tren de poder que la ha obligado a hacer lo necesario, lo que eso signifique, para mantenerse pegadita a la Presidencia de sus máximos anhelos y que, espera, pasará a sus manos de manera definitiva, sobre todo, por el mal estado de salud de Ortega.

El nombramiento de copresidenta adquiere alto valor en un contexto en el que la pareja presidencial cerró por completo el espacio democrático, y confeccionó una elección a su medida, que consolida una “dictadura familiar y un régimen de partido único”, en el que la disidencia se paga con prisión, por decir lo menos.

La decisión de que Murillo sea copresidenta tiene muchas lecturas pero, sobre todo, busca que la primera dama pueda suceder a Ortega sin fractura y sin protesta al interior del orteguismo, porque ha habido demasiadas manifestaciones de que ella no goza de la simpatía de esa corriente.

Lo cierto es que para nadie es un secreto que hoy en día quien tiene la última palabra en el gobierno es la copresidenta, y como tal, hace de lado o quita todo lo que le estorbe a su paso y eso implica también a los orteguistas, a los sandinistas y, por su puesto, a la oposición o lo que queda de ella.

De hecho, Murillo y su familia han sido sancionadas en tres ocasiones por la comunidad internacional, acusadas de cometer graves violaciones a los derechos humanos, de ser responsable del desmantelamiento de las instituciones democráticas y de actos de corrupción.

Todo ello se ha conjugado, hasta ahora, para “entorpecer su sueño presidencial”. Pero tome en cuenta que ella no va a detenerse hasta convertirse en mandataria y la elección de este día le allana el camino para cumplir ese deseo.

POR ISRAEL LÓPEZ
COLABORADOR

ISRAEL.LOPEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM

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