MALOS MODOS

Las memorias de Bosé

Una capacidad notable para reproducir atmósferas; una sabrosa habilidad para la adjetivación inesperada; una sofisticación cultural bien digerida

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una capacidad notable para reproducir atmósferas; una sabrosa habilidad para la adjetivación inesperada; una sofisticación cultural bien digerida, compartida con discreción, sin petulancia, sin alardes; una narración cadenciosa, rítmica, pero no tanto que se vuelva artificiosa y estorbe a la historia; la habilidad para retratar a un personaje complejo en poquitas líneas. Sí: Miguel Bosé es un escritor de veras bueno, y sobre todo un escritor de memorias de veras bueno, porque además, y sobre todo, tiene el atributo más importante y menos frecuente en un memorialista: la valentía.

Sus orígenes, grosso modo, los conocíamos todos. Nació del que probablemente sea el primerísimo paradigma cultural del torero, Luis Miguel Dominguín, y de Lucia Bosé, una actriz fundamental en el cine italiano cuando el cine italiano era EL cine italiano, ese que hacían individuos como Visconti o xxx.

Por si quedaban dudas, la infancia y la adolescencia entre esas dos fuerzas de la naturaleza no fue un amable paseo entre flores. Sabíamos de la relación muy difícil del autor con su padre, convertido por los demás y por él, con plena conciencia de que construía un personaje, en un icono de la masculinidad desaforada, con lo que eso implica en términos de violencia y autoritarismo.

Pero hay una diferencia entre saber a la distancia y volverse un testigo cercano de esa relación terrible y contrastante, que es lo que consigue hacer con los lectores Bosé en estas páginas vívidas, descarnadas a ratos, siempre conmovedoras. Menos conocidas son las relaciones de Bosé con su madre, a su vez un icono de la diva cinematográfica, seductora, sofisticada, brillante y también propensa a la violencia, la lejanía, el viaje continuo alrededor de su persona, ese que excluye por necesidad al otro.

Como ha dicho el propio Bosé, El hijo del Capitán Trueno está lejos de ser un libro cargado de rencor. Asentado en los años de formación del que sería un muy exitoso músico y actor, este ejercicio autobiográfico se permite, por el contrario, la comprensión. Porque esos primeros años fueron difíciles y dolorosos, pero también prodigiosos.

Esa madre y ese padre le dieron al autor la felicidad de la Castilla rural, no pocos viajes y, sin duda, un entorno cultural único, en el que se atravesaban constantemente directores de cine y políticos, artistas visuales y figurones de la música, actrices y actores, del propio Visconti a Picasso y Lola Flores, entre los muchos personajes clave del siglo XX que se dejan conocer en estas páginas notables.

¿Por qué la valentía? Me disculpo por la obviedad, pero es necesaria: porque asomarte así, con inteligencia viva, que es la que no rechaza los sentimientos pero se obliga a conocerlos en toda su complejidad, es asomarte al espejo sin vendas en los ojos. No cualquiera.

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09  

MAAZ