Vivimos una coyuntura que está sacudiendo el estatus quo a nivel global. Primeramente, la crisis de salud ha transformado radicalmente la manera en la que trabajamos. El entorno económico también está modificando nuestras industrias, así como la forma en la que vendemos y proveemos nuestros productos y servicios. Y, por si fuera poco, lo sucedido el pasado 6 de enero de 2021 en el Capitolio de nuestro país vecino, Estados Unidos, ha agitado también el orden político.
Ante este “río revuelto”, a los empresarios e industriales nos toca una reflexión: ¿hacia dónde debemos mirar en este 2021 que apenas comienza? En mi opinión, y tras cuatro décadas de ser consultor de diversas industrias y empresas, debemos poner nuestros ojos no en el año que iniciamos solamente, sino en el largo plazo. Y, como sector privado, debemos de buscar que quien nos represente a nivel gubernamental comparta esa mirada. La visión a largo plazo, a mi parecer, es lo que distingue a un verdadero estadista de un político que, dicho sea de paso, ocupa el último escalafón en la encuesta de confianza de Mitofsky, con una calificación de 5.3 puntos.
¿Cuál es la diferencia entre un estadista y un político?
ESTADISTA: Su visión y pensamiento es de largo plazo; abarca por lo menos dos generaciones.
POLÍTICO: Su visión es cortoplacista y funciona solo para mantener su poder en el periodo en cuestión.
ESTADISTA: Busca crear fuentes de trabajo formales de largo plazo.
POLÍTICO: Se enfoca en generar un gran número de puestos de trabajo sin importar su temporalidad.
ESTADISTA: Gobierna para todos sin importar tendencia política, religión, clase social, género ni edad.
POLÍTICO: Todas sus decisiones las orienta a la atracción de votos y en beneficio a sus seguidores.
ESTADISTA: Busca el bien común.
POLÍTICO: Busca el bien propio y de sus seguidores.
ESTADISTA: Se allega de gente con mayor preparación y experiencia que él o ella.
POLÍTICO: Se allega de gente que sigue sus instrucciones a cabalidad, sin objeciones.
ESTADISTA: Tiene el don de saber escuchar y analizar.
POLÍTICO: Se aferra a sus ideas.
ESTADISTA: Crea programas que generan bienestar común con una visión de largo plazo y autosustentable, que tiene un efecto medible en el bienestar de la población.
POLÍTICO: Crea programas vía distribución económica, cuyo efecto positivo es temporal.
Una vez aclarado mi punto de vista sobre la diferencia, daré un análisis de lo que en mi experiencia da sustento a la importancia de tener a jefes de estado que lideren con visión de largo plazo; principalmente en el entorno industrial.
Se ha hablado mucho del crecimiento acelerado que tuvo nuestro país en la década de los sesenta y setenta. Eso se debió a grandes acciones que se tomaron con una visión de largo plazo, las cuales buscaron —en su momento— generar fuentes de trabajo y no solo puestos de trabajo. Las administraciones de entonces buscaron crear entidades económicas de largo plazo que pudieran impulsar el crecimiento y la creación de cadenas productivas. Los porcentajes de integración requeridos en ese entonces
obligaron a las armadoras automotrices al desarrollo de proveedores nacionales, lo cual creó la fortaleza que tenemos actualmente en el sector automotriz y de autopartes. Si bien repetir un ejercicio similar en el siglo XXI sería impensable y más con nuestro liderazgo en las cadenas globales de valor, es destacable la visión a largo plazo que tuvieron las autoridades de entonces.
Igualmente, en esas décadas el gobierno apoyó el desarrollo de parques industriales como el de Vallejo o el de Lerma, por nombrar algunos. Por otro lado, se fortaleció a la Secretaría de Economía y Fomento industrial que, a su vez, comenzó a impulsar la incorporación de empresas extranjeras a la escena nacional. Lo que buscaban esas acciones era generar fuentes de trabajo, pero —sobre todo— transferencia tecnológica.
Se impulsó a la industria de la construcción como un motor generador de empleo, lo cual creó los primeros desarrollos de gran envergadura como Tlatelolco, Aragón e Izcalli, entre muchos otros. Numerosos de estos proyectos estuvieron apoyados por
Banobras y dotaron a la gente de menores recursos de un hogar, lo que más tarde se convertiría en INFONAVIT.
Por otro lado, en el ámbito educativo, para dar respuesta al crecimiento industrial que se iba a detonar en las zonas cercanas a los parques industriales, se reforzó al Instituto Politécnico Nacional. El campus en la colonia Lindavista tuvo como objetivo inicial el
preparar a los jóvenes para las oportunidades laborales que abriría la zona industrial de Vallejo. Todo eso dio un impulso a las oportunidades de trabajo: nacían empresas todos los días en el sector industrial, pero también en el de servicios y en el comercial.
Lo que vivimos hoy es una visión a corto plazo que dista de reconocer la importancia estratégica del sector industrial para el futuro del país. Por ejemplo, en los últimos meses se ha debilitado la importancia estratégica de la Secretaría de Economía como interlocutora del sector privado. Espero que con la llegada de Tatiana Clouthier encontremos como empresarios a una funcionaria que escuche nuestras propuestas que, sin duda, tienen el mismo objetivo que el de ella: el bienestar a través de la
inclusión, la innovación, la diversificación y el diálogo.
México tiene todo lo que requiere para ser líder. Aprovechemos este cambio de paradigma que vivimos para reinventarnos. Busquemos estadistas que tengan una visión de largo plazo, que sepan sacar provecho a las oportunidades que tiene nuestro
país, que reconozcan en la industria un motor creador de fuentes de trabajo, que identifiquen las fortalezas y vocaciones de cada región del país y que tomen decisiones pensando en potenciar cada una de las partes de nuestro México.
De esto y más dialogaremos en Industrial Transformation México, la Hannover Messe de México y América Latina, la cual tendrá lugar en León, Guanajuato, del 6 al 8 de octubre de 2021.
POR ÁNGEL GÓMEZ BERMÚDEZ
FUNDADOR DE SICOFIN Y ASOCIADOS