WASHINGTON.- En otros tiempos, en otros regímenes, habría ya contactos para la realización de una entrevista entre el presidente de México y el nuevo mandatario de los Estados Unidos. O variaciones de reuniones entre electo y en funciones.
El inicio de un régimen era, o al menos es parte de la teoría, un buen momento para establecer vinculaciones entre los jefes de gobierno de dos países que, se opinaba y aun se cree, están condenados a tratar de llevarse bien.
Hoy nadie sabe, nadie supo.
No hay que se sepa planes para un encuentro, ni siquiera en la frontera común, aunque hay muchos temas por abordar, por aclarar, y sin duda por resolver.
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Lo bueno es que se trata de la relación más importante de México; una que para bien o para mal predomina en la política exterior porque tiene mucho que ver, ciertamente, con temas de política interior, de cuestiones sociales a económicas y de seguridad, de medio ambiente a migración, de uso de agua a narcotráfico y una práctica infinidad de temas.
Y porque del otro lado de la frontera hay la misma sensación.
México y los Estados Unidos son dos países que llevan décadas, y particularmente los últimos 20 años, en una especie de proceso de integración social y comercial dictada tanto por la vecindad como por la migración y la economía.
La relación bilateral representa en lo comercial 80 por ciento del tráfico internacional de México; en lo diplomático, tiene una embajada y 50 consulados para atender asuntos y migrantes mexicanos; en lo social, un intercambio constante de personas, información y opiniones.
Esa es la realidad, con todos los problemas de asimetría incorporados entre una potencia que aún hoy, debilitada como está, tiene una economía 15 o casi 20 veces mayor, sin contar el poderío militar y que los megáfonos de los factores de opinión se encuentran de este lado de la frontera.
Ciertamente puede haber razones por las que haya en el gobierno mexicano quienes no quieran que el presidente Andrés Manuel López Obrador se acerque al nuevo colega estadounidense, Joe Biden.
Formalmente, se ha señalado que la relación con Donald Trump era buena porque no se metió en asuntos internos mexicanos, pero aquí se anota que sólo redescubrió que era posible presionar públicamente al gobierno mexicano mediante amenazas comerciales.
Fuera de eso, nada más.
A cambio, se cree que el gobierno Biden podría regresar a los tiempos en que se ejercían presiones discretas sobre temas que hoy podrían ser seguridad, medio ambiente, garantías a la inversión, y temas laborales o problemas sociales que desde su punto de vista, aun cuando sean geográficamente mexicanos, tienen impacto también en los Estados Unidos y sus pobladores.
Después de todo, se estima que uno de cada cinco o seis mexicanos tiene un familiar o amigo en los EU, que las remesas de mexicanos en Estados Unidos son una de las mayores fuentes de divisas para México, y que el Tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) es la principal apuesta económica del actual gobierno.
Meros detalles, pues.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE1