ARTE Y CONTEXTO

El amor y mi país se manifiestan en un plato

A primera lectura es fácil suponer por qué, sin embargo somos mexicanos y estamos acostumbrados a tener una inmensa variedad de comida tradicional a la mesa

OPINIÓN

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Julén Ladrón de Guevara/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el año 2010, la gastronomía mexicana fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Gracias a esto, se enalteció que la cocina en México fuera considerada elemento crucial de identidad nacional, debido a su historia, creatividad, diversidad y trascendencia. 

¿Y todo esto qué quiere decir? Pues que el conjunto de la cultura culinaria de todo el país, está reconocido internacionalmente como un elemento fundamental de la tradición mexicana. También, que todos los guisados, tacos, platillos, botanas tradicionales, bebidas con o sin alcohol y demás cosas que nos llevamos a la boca, son tan importantes como nuestros nombres y apellidos.

A primera lectura es fácil suponer por qué, sin embargo somos mexicanos y estamos acostumbrados a tener una inmensa variedad de comida tradicional a la mesa. Nosotros, siempre tenemos la oportunidad de escoger y probar por primera vez, alguno de los platillos de cualquier punto cardinal del país y degustarlo en la calle, en restaurantes, fondas o mercados. Sin embargo, así no es el mundo en general, porque hay bloques de naciones enteras que comparten las mismas preparaciones y no tienen mucha variedad. De hecho, en cuanto a lo gastronómico se refiere, cada estado es un país diferente. Pensemos por ejemplo, en los burritos de Ciudad Juárez, en el chile Chilaca de Chihuahua o en los mariscos sinaloenses; todos son del norte y tienen poco en común. Si nos vamos al sur o al sureste, pareciera que tuvimos de utilizar pasaporte para transportar nuestro paladar a una tierra lejana porque la propuesta culinaria es radicalmente distinta, pero siempre extraordinaria.

Sin embargo, a pesar de que intuíamos el peso específico de toda la vida culinaria que tenemos, a la otra parte del mundo le costó un poco más de trabajo asimilar tan complejo espectro de preparaciones, tradiciones y recetas. Antes de este nombramiento, ningún otro país había realizado una propuesta similar, así que hubo que innovar en los protocolos de ingreso para que fuera posible obtener la citada distinción. Para comenzar, en 2005 se presentó una primer¡ carpeta que se llamó “Sin maíz no hay país”, pero fue devuelta por las autoridades de la UNESCO porque faltaba integrar algunos casos específicos para comprobar que la nuestra, era una comida viva, tradicional, con recetas ancestrales. También había que considerar  que existía la voluntad de rescatar aquellas otras recetas que están por perderse para siempre, por el paso del tiempo y los condicionantes del estilo de vida contemporáneo. Tomando todas estas consideraciones para rehacer el archivo a exponer, el estado de Michoacán apoyó con ahínco para generar los innumerables registros que eran necesarios para comprobar todo lo que se había planteado. De esta manera, en la reunión de Nairobi de  2010, se votó de manera unánime para que México fuera el primer país cuya gastronomía lograra ser vista con el nivel que merecía. Por eso, a una década de distancia, debemos sentirnos orgullosos de formar parte de uno de los pocos proyectos nacionales exitosos, en los que todos hemos colaborado cocinando cotidianamente, reviviendo los sabores ancestrales de nuestras familias y rindiendo tributo al amor de quienes han entregado su tiempo, buen gusto, sabiduría y paladar, para llenar nuestra barriga y tener el corazón contento. Con eso nomás es suficiente, para que la nuestra sea todos los días aunque sea por un instante, la República amorosa a la que deseamos arribar.

POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG