MALOS MODOS

Ansiedad

Sales de casa y te revisas cuatro veces los bolsillos para comprobar que cargas las llaves… Para regresar a comprobar que en efecto apagaste la estufa y comprobar lo de las llaves otras tres veces, al salir por segunda vez

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Te comes el chocolate porque estás estresado y –te dices con toda convicción– necesitas un consuelo o un apoyo, pero luego te estresas más porque el chocolate engorda. Caes frito a las doce, luego de un día tremendo de chamba, y pelas los ojos a las cuatro porque no estás seguro de estar trabajando lo suficiente.

Sales de casa y te revisas cuatro veces los bolsillos para comprobar que cargas las llaves… Para regresar a comprobar que en efecto apagaste la estufa y comprobar lo de las llaves otras tres veces, al salir por segunda vez. Llegas agotado, te tomas dos whiskies, te quedas dormido profundamente… Y despiertas tres horas después porque, te dices, estás bebiendo demasiado whisky, o tal vez porque hay ley seca el fin de semana y sólo te quedan dos botellas. ¿La conocen? Seguro que sí. Es la ansiedad, esa enemiga que es, también, una amiga en plan codependiente.

Y así, como enemiga y también como una amiga malora, es que la trata Alberto Montt, que acaba de publicar en estas tierras un libro que se llama como ella y en el que es la protagonista absoluta, convertida en un monstruo rojo, espinado y –no podría ser de otro modo– de tamaño cambiante. Ansiedad, se llama precisamente, y se lo debemos a editorial Planeta.

¿No conocen a Montt? Es buen momento para hacerlo, tan feíto como está el planeta. Chileno cosecha 72, conocido por un buen puñado de libros, un blog llamado En dosis diarias y alguna aparición en medios, con un humor muy sutilmente irónico y bastante negro con su puntito surrealista, es, sin más, uno de los grandes caricaturistas contemporáneos, y un caricaturista de una especie muy rara en México, donde, con pocas excepciones (Jis y Trino se vienen a la mente), se nos ha dado bien la caricatura política, y no mucho más. Montt es otra cosa. Con pie en el retrato de costumbres, su caricatura recuerda un poco a Quino, justamente por ese punto surrealista (no me refiero al Quino de Mafalda), y desde luego a una buena diversidad de caricaturas o tiras cómicas gringas, desde Calvin y Hobbes, con esas angustias ontológicas en piel de niño, hasta el rarísimo y genial The Far Side de Gary Larson, hasta no poco de la tradición del New Yorker.

Decía que es buen momento para conocer a Montt. Pues sí: está apocalíptica la cosa, con el virus, y con la crisis, y con tanto mamarracho a cargo de nuestros destinos. Es, vaya, un buen momento para la sonrisa plena y hasta la risa, que es algo que también deja este libro: el momento del coronavirus, que también asoma la cara en estas páginas. Y es que reírse de la ansiedad, esa compañera persistente, asidua, fiel, es, justo por esas características suyas, esa omnipresencia, una manera de reírse de todo, que es lo que toca hacer en los tiempos del Apocalipsis. Pásenle.

POR JULIO PATÁN
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