Columna Invitada

María de Guadalupe, madre del México mestizo

Ella Madre del verdadero Dios por quien se vive es la Madre del Dios vivo que da vida

María de Guadalupe, madre del México mestizo
Paz Fernández Cueto / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Hoy, cuando las tendencias del mundo moderno son contrarias a la fraternidad humana, María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive, viene a recordar una vez más con Fratteli Tutti que todos somos hermanos. El encuentro de Juan Diego con la Señora del Tepeyac representa el choque de dos mundos, de dos razas, de dos culturas tan distantes y distintas, tan lejanas en tiempo y espacio, que marcan un antes y un después en el curso de la historia universal, y un reto a vencer para las civilizaciones futuras.

La Virgen de Guadalupe integra en su piel morena, en la simbología de su manto, en sus gestos, actitudes y palabras, el mestizaje de dos pueblos qué al unirse, no sin dificultades y tropiezos, han ido forjando la identidad del pueblo mexicano. Sobre esto tiene mucho que decir la que es Emperatriz de América, a propósito de “Las sombras de un mundo cerrado”, de este mundo contrario a la fraternidad humana que el Papa Francisco denuncia en su encíclica, considerando los nacionalismos cerrados, el rechazo a los inmigrantes, el individualismo, la polarización, las guerras…, (N.54). Hace falta recordar lo que pasó y aprender las lesiones siempre actuales de la historia.

Habían pasado escasos diez años cuando el México naciente se debatía entre las ruinas de Tenochtitlán y los escombros de una cultura devastada. Los misioneros con el signo de la Cruz empezaban su misión evangelizadora. Sin embargo, la religiosidad del indígena no entendía del todo el enojo de sus dioses al haber permitido sufrir tantas calamidades a su pueblo. Sumidos en la desolación y en la tristeza, en medio de la perturbación y el desvarío, llega María de Guadalupe a levantarlos de la orfandad espiritual, y se presenta ante Juan Diego como la madre bondadosa y buena que venía a remediar todos sus males.

Ella Madre del verdadero Dios por quien se vive es la Madre del Dios vivo que da vida, la Vida con mayúscula que señala la flor de cuatro pétales que luce en su vestido a la altura de su vientre. De pronto, aquello que ha escuchado Juan Diego en la catequesis cobra todo su sentido: no más cultura de la muerte, no más sangre ofrecida en sacrificio como alimento a los dioses, no más guerras floridas, no más corazones ofrecidos de víctimas caídas en combate. El Hijo de la Señora, el verdadero Dios por quien se vive es la Única y Verdadera Víctima, Único y Eterno Sacerdote cuya sangre derramada en la Cruz redimió a todos los hombres y saldó la deuda que teníamos con la Justicia Divina. Ella causa de nuestra alegría, viene al encuentro de un pueblo que vislumbraba ya a los lejos, como dijo San Juan Pablo II en una de sus visitas a México, las Semillas del Verbo.

Una vez que la Virgen de Guadalupe dejó plasmada su imagen en la tilma de Juan Diego frente al obispo Zumárraga, se dejaron venir las conversiones en masa tanto de indígenas como de españoles. Dos razas hermanadas por la madre común, sin distinción de clases sociales o posición económica se fusionaban en una sola: la raza de los hijos de Dios, y de María.

A casi 500 años del encuentro de Juan Diego con la Señora del cielo, cargamos con la culpa de haber descuidado al hermano más débil. La ambición desmedida de unos y la dureza de corazón de otros, adormecieron la conciencia colectiva volviéndola insensible ante las necesidades del hermano. Lo cierto es que cada vez es más profunda la brecha que separa a los que viven en pobreza extrema de quienes poseen bienes en exceso. Fratteli Tutti reafirma con palabras de Juan Pablo II en Centesimus Annus (31), que el destino universal de los bienes del que deriva la función social de la propiedad, es uno de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia. Y añade:” El derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad” (n.120).

 ¿Cómo promover esta hermandad en un mundo que, endurecido por la cultura del descarte y la exclusión refleja todo lo contrario? Quienes poseen más tienen una hipoteca social que cubrir porque, nadie tiene derecho a los superfluo mientras alguien carezca de lo necesario.  Más adelante subraya Fratteli Tutti “el sentido positivo que tiene el derecho de la propiedad: cuido y cultivo algo que poseo, de manera que pueda ser un aporte al bien de todos” (n.143). Por la misma razón elogia “la actividad de los empresarios” a quienes reconoce tienen “una noble vocación orientada a producir riqueza y mejorar el mundo para todos”.  México es un país privilegiado que cuenta con abundantes riquezas naturales, con un pueblo noble y generoso y, a excepción de unos cuantos, con una clase política insaciablemente corrupta. Debatiéndonos entre el capitalismo extremo y el populismo liberal, no hemos logrado superar la pobreza y vencer la ignorancia tal como exige la justicia social.

El cap. V “La mejor política” sintetiza a través de una fina crítica, los sistemas políticos imperante que como todos los extremos se dan la mano. “El desprecio a los débiles puede esconderse en formas populistas que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”. (n,155) El carisma de un líder popular, “deriva en insano populismo cuando se convierte en habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura de un pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”, ambiciones hipócritamente disfrazadas que incitan al odio y provocan división. Cuanto han sufrido los pueblos hermanos de Cuba y Venezuela, ante la impotencia o indiferencia de las naciones, sometidos a gobiernos populistas construidos sobre la mentira con la complicidad de fuerzas mercenarias que someten y extorsionan a su mismo pueblo.

María de Guadalupe, la Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente, de aquel que es mentiroso desde el principio y padre de la mentira, la que vence al diablo “el que divide”, la que fusiona razas, culturas y lenguas en una misma identidad, es capaz de vencer al enemigo para volver a unirnos en hermandad.

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
COLABORADORA
PAZ@FERNÁNDEZCUETO.COM

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