COLUMNA INVITADA

La muerte toca a la puerta

Cada día llegan más cerca las noticias de amigos y vecinos, familiares o conocidos que están en un hospital o que mueren a causa de la Pandemia

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El lunes pasado, 26 de noviembre, fue el día en que la Pandemia cobró más vidas en todo el país desde que se empezaron a contar. Lo que en un principio pensábamos no íbamos a vivir de cerca por haber tomado precauciones extremas, por no estar en zonas de alto riesgo, por no ser parte de la población más vulnerable etc.., se fue desmintiendo hasta que la amenaza se hizo realidad. 

Lo cierto es que cada día llegan más cerca las noticias de amigos y vecinos, familiares o conocidos que están en un hospital o que mueren a causa de la pandemia. No se trata de datos en la curva de contagiados, ni de los números que reflejan las estadísticas. Se trata de personas que vivieron una vida paralela a la nuestra y que ya no están. Se trata del papá o del abuelo, del empleado de la fábrica, del compañero de estudios, del colega del trabajo y en nuestro caso, del hermano querido que fue también amigo, tío entrañable y maestro que no se olvidará.  

No tiene ningún caso, por ahora,  centrarnos en el manejo irresponsable que el gobierno le ha dado a la Pandemia, finalmente son causas externas. La causa principal de nuestro destino es Dios único dueño de la vida y de la muerte. Es El quien llama cuando quiere, como quiere y dispone el orden para llegar a su presencia. 

A sus 60 años se nos fue Pedro Juan sin previo aviso. Era el más joven entre los nueve hermanos, el último que debería de haber partido, sin embargo, la lógica humana no es la de Dios que es padre y escoge siempre para sus hijos el mejor momento. Después de unos días de gripa con un poco de tos le bajó el nivel de oxigenación, y cuando se da cuenta ya es muy tarde. Muere a las pocas horas de ser internado en el hospital. 

Una vez más la muerte nos sorprende como un ladrón, y una vez más nos damos cuenta qué estamos de paso, que tarde o temprano ésta nos llegará a tocar la puerta. Que ésta vida no es la definitiva, que lo importante es hacer el bien sin buscar reconocimiento, sin esperar recompensa, es sembrar a manos llenas para que la cosecha sea abundante para cuando tengamos que rendir cuentas. Porque llegará. 

Así fue la vida de Pedro Juan. Pasó haciendo el bien discretamente sin espectáculos, ni publicidad. A través de su cátedra en la Facultad de Derecho de la la Univesudad Panamericana de Aguascalientes y Guadalajara, impactó no solo vidas sino también a familias enteras. Les transcribo algunos de los abundantes mensajes que han llegado de sus alumnos y amigos, tesoros ocultos escondidos que no imaginábamos, testimonios de una vida fecunda, muy fecunda, al servicio de los demás: 

 “…, en medio del profundo dolor que me causa tu partida, pienso en las muchas alegrías que le generaste al cielo, a tus amigos y a tu familia.  No ha parado el teléfono, amigos, familia y compañeros me preguntan por ti…,” 

“Te conocí en la Universidad, además de mi maestro, eras el Director de la Escuela de Derecho, qué afortunados los alumnos a los que nos tocó vivir esa época, siempre firme, pero a la vez amigo, de mente brillante, tu manera de razonar era de otro nivel…, fuiste parte esencial de nuestra formación y muchos de la generación podemos decir que alcanzamos el nivel profesional que ahora tenemos, gracias a que estuviste presente.” 

“Te convertiste en parte de mi familia…, no había aniversario, cumpleaños o fecha importante en la que no te hicieras presente…, cuidabas todos los detalles, con la sutileza de saber que ello te acercaría y nos acercaría al cielo. Me duele de verdad tu partida, pero me quedo tranquila de saber que si pudiste hacer una diferencia en tantos de nosotros para generar una mejor versión de nosotros mismos de cara a Dios mientras estuviste por acá, seguramente lo harás también desde allá”.  

“Te queremos Pedro Juan, te queremos mucho, y te vamos a extrañar…,  te vas dejando en nosotros una huella que va a permanecer y nos recordará siempre, que los pequeños detalles cuidados en el trato a los demás, en la vida ordinaria, en el trabajo bien hecho, y también en la enfermedad, el dolor y el sufrimiento, ofrecidos por amor a Dios, adquieren un valor sobrenatural que nos acerca a Dios y causa mucha alegría al cielo.” 

¡Nos vemos pronto! 

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO

COLABORADORA

PAZ@FERNÁNDEZCUETO.COM