CONTRA LAS CUERDAS

Ojalá el cielo se apiadara de los tabasqueños

Nuevas lluvias pondrían terminar bañando e inundando el centro económico de Villahermosa como hace 13 años

OPINIÓN

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Alejandro Sanchez / Contra las cuerdas / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

A las 9:00 AM, cuando el cielo amenaza otra vez a los tabasqueños con una brizna incipiente que desbarata los copetes moldeados de funcionarios de la Conagua, la señora Bertha, de 53 años, abre los brazos, después voltea hacia arriba para repetir dos veces el versículo Génesis 8:2 de la Biblia: “Y se cerraron las fuentes del abismo y las compuertas de los cielos, y se detuvo la lluvia de los cielos. Oh, padre mío: ¿Cuánto hemos pecado? Por favor, ¡perdónanos!”.  

Estábamos en la entrada del sector Abanico de las Gaviotas Norte, una de las comunidades más inundadas por las lluvias atípicas de finales de octubre. Ante nosotros, un equipo de Conagua, delegación Campeche enviada para ayudar a la población afectada, hacían esfuerzos por conectar una tubería de PVC de unos 15 centímetros de diámetro tendida de manera provisional para desazolvar las calles que fueron cubiertas en más de metro y medio de altura.

Mediante un sistema de bombeo, la Comisión intentaba, con ayuda del ejército, desembocar el agua a un cárcamo, situado a 500 metros de distancia con el propósito de que termine escurriéndose en el río Grijalva, cuya afluencia, sin embargo, está al límite de su capacidad natural. Los árboles que nacen de la corriente del río y a los que en primavera es común verles el nacimiento de la raíz, ahora están cubiertos hasta la copa. 

Así intentan brigadas enteras luchar contra las afectaciones propiciadas por el paso del último frente frío. Pero el sistema meteorológico pronosticaba a esas horas, las posibilidades, en el Golfo, de la conformación de un nuevo huracán que sería letal para los tabasqueños porque hasta ahora, a diferencia del 2007, no se ha desparramado con toda su furia la vertiente del Grijalva, gracias a una contención kilométrica de loza.  Pero la fuerza maldita en la rivera hace que el muro comience a sufrir fisuras.

Nuevas lluvias pondrían terminar bañando e inundando el centro económico de Villahermosa como hace 13 años. Por eso oímos con vehemencia el rezo de doña Bertha, quien vive en una casa de dos pisos, de la que no ha querido salir ni abandonarla por temor a que le roben sus pocas cosas que salvó de la inundación con saldo de: toda la planta baja cubierta.

“Hasta ahora la única ayuda que hemos recibido es esta bomba que nos trajeron; hasta ahora es lo único que hemos visto, señor. Más no hemos visto nada, porque ni siquiera han venido a visitar las casas. Desde el lunes empezaron a salir las aguas por las cañerías, hasta que llegó a un límite que nos rebasó. Y ahora vea, nosotros tenemos que sobrevivir y nada más estamos con lo poco que nosotros compramos”, me dice entre sollozos antes de llevarse la mano a la frente en señal de sufrimiento.

Eso pasa en la urbe y dan ganas de blasfemar contra el tiempo después de oír a la damnificada de 53 años, quien se despide porque tiene que ir a ver a casa a su hija con ocho meses de embarazo a la que no ha querido llevar a ningún albergue por temor a que vaya a contagiarse de Covid-19, una enfermedad que en medio de la tragedia por los atemporales parecía olvidarse hasta que en los refugios, donde se dispersan más de 300 mil personas sin casa, empieza a ser una pesadilla.

La ayuda Juan José, un vecino suyo, a embarcarse en una lancha y quien gracias a la desafortunada experiencia de otros años, desde las primeras lluvias se previno con la renta en 10 mil pesos de este medio de transporte para llevar y meter gente a la colonia, vivir en la planta alta o acampando en la azotea de sus viviendas.

Si es que funcionan las plegarias: en el nombre de Dios, ojalá el cielo se apiadara de los tabasqueños hoy y siempre.

POR ALEJANDRO SÁNCHEZ
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