OPINIÓN EL HERALDO DE MÉXICO

Clínicas y hospitales públicos de “primer mundo” (27)

Esta es la segunda parte de la información periodística del lamentable caso de Marielena y su bebé

OPINIÓN

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Diego Alcalá Ponce/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México. Foto: EspecialCréditos: Foto: Especial

Nada más extraordinario, sublime y hasta sobrehumano, que ser madre. Ese don que la naturaleza concedió a la mujer para dar vida a otro semejante, y con ello perpetuar la especie. Dicha que solo una mujer, que ha tenido ese privilegio de ser madre, conoce y sabe, de lo que hay que vivir con los riesgos que esto conlleva durante los nueve meses de gestación, y desde luego, en el difícil momento del parto. Una vida dentro de otra vida, ese es el grandioso proceso evolutivo de la humanidad que tiene a la mujer como parte central. Para la madre, el hijo es sangre de su sangre, carne de su carne, vida de su vida. Ese es el don, el enorme privilegio de ser madre y con nada se compara.

A lo largo de la existencia de la humanidad, la mujer ha tenido que sortear todo tipo de adversidades, tanto para cuidar de su embarazo, como para dar a luz llegado el momento. Huelga recordar cómo era la labor de parto de las mujeres de otros tiempos, cuando no había ni médicos, ni clínicas y hospitales de ningún tipo y prácticamente, solas, lograban tan grande hazaña. Las parteras empíricas aparecieron después y fueron de gran ayuda. Pero hoy, con todos los adelantos médicos y científicos, pareciera que nada ha cambiado para muchas mujeres. Ahora, en tiempos modernos, la suerte, para algunas, -acaso mala suerte-está en manos de algunos médicos que no han sido capacitados eficientemente para ejercer su profesión como es debido. Una cosa es un caso excepcional de emergencia, y otra la incapacidad para enfrentar situaciones que bien pueden ser superadas con la ayuda de todos los servicios médicos-sanitarios disponibles, y hasta con el apoyo de otros colegas, llegado el caso. Desde luego que todo parto conlleva riesgos, pero en estos tiempos ya no tiene por qué exponerse tanto a la mujer por falta de equipos o de plano por negligencia.

Esta es la segunda parte de la información periodística del lamentable caso de Marielena y su bebé, publicado por el Sol de Puebla y documentado por nuestro colega Felipe Ponce Mecinas el 2 de nov. pasado.

Este es el texto: - De acuerdo con la narración de sus allegados, la doctora encargada de la clínica particular, les indicó que el bebé debía nacer, y tras realizar el examen de tacto a la madre, confirmó que ya presentaba cuatro dedos de dilatación, además de que el producto estaba acomodado, ofreciéndose en esta ocasión a atender el parto sin permitir que se llevaran a la paciente, para lo cual aplicó una inyección a fin de aumentar las contracciones.

Fueron más de seis horas de labor, durante las cuales los familiares esperaron en la antesala y escucharon los esfuerzos que realizaba Marielena para expulsar a su hijo, hasta que finalmente, alrededor de las 17.30 horas, la recepcionista salió para pedir ayuda a la abuela con la intención de reanimar al niño, quien ya no presentaba signos vitales. Ante la emergencia, la abuela fue requerida nuevamente por el personal a cargo para volver a solicitarle su apoyo, toda vez que su hija tampoco reaccionaba.

“Al inicio, cuando entré a ver al bebé, ella solo dijo: necesito ver a mi bebé”. Y la señora, la mamá de la doctora, le dijo: “tranquila, lo están reanimando”, y la doctora le dijo: “no te preocupes estamos reanimando a tu bebé”, pero ya no la oí que tuviera fuerzas. Ya luego me dijo: “ayúdeme con su hija, porque su hija no responde”, pero cuando la vi, ya sus ojos estaban viendo hacia arriba, ya no me hizo caso, por más que le di respiración de boca a boca. Hasta aquí la segunda parte de esta lamentable tragedia.

Y como siempre, amable lector, esta no será el último caso desafortunado sobre los partos y de todos los eventos médicos. Sin embargo, mucho se puede hacer para tratar de superar los errores y deficiencias en los servicios médico-sanitarios para evitar, hasta lo posible, tragedias como la de Marielena y su bebé, que quizá, pudo haber tenido un final feliz. ¿Qué fue lo que sucedió realmente? Ese es un asunto prioritario que las autoridades correspondientes deben investigar a fondo, no solo para fincar responsabilidades, sino también para que sirva de antecedente para no volver a repetir los mismos procedimientos en la delicada labor de parto, que tal vez no fueron los adecuados. Por el bien de todos. Continuará…

POR DIEGO ALCALÁ PONCE
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