COLUMNA INVITADA

La experiencia afectiva de Cruz-Diez

Quizás uno de los artistas venezolanos más conocidos internacionalmente es Carlos Cruz-Diez (1923-2019)

OPINIÓN

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Bernardo Noval/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Algunos de los conceptos intrínsecos en la producción que Carlos Cruz-Diez desarrolló por más de 60 años despliegan sus reflexiones en torno a elementos, como la percepción, el movimiento, el espacio, el tiempo y, sobre todo, un componente central en su obra: el color. 

Esta importante figura venezolana dentro de la historia del arte contemporáneo, confiere otra dimensión, al demostrar que la percepción del fenómeno cromático no está asociada a la forma, volviendo al color una circunstancia provisional, como fenómeno oscilante donde el espectador se sumerge.                        

La experiencia cromática del artista da inicios en la década de 1950 en torno a los fenómenos ópticos que se pueden lograr a partir de sucesión de colores.                 

 A diferencia del resto de los artistas que experimentaron con anterioridad los planos de color, Cruz-Diez lo entiende desde una perspectiva más dinámica y autónoma, hasta llegar a su reinvención, convirtiéndolo en una experiencia, en palabras del artista “profundamente afectiva”. 

Asimismo, hacia 1954 inicia sus indagaciones sobre la transformación del mecanismo tradicional del mensaje artístico. 

El venezolano buscaba cambiar la actitud pasiva del espectador ante la obra de arte; para ello, planteaba la realización de “obras compartidas”, donde “el artista impusiera en su discurso una parte y el espectador la completara interviniendo manualmente o desplazándose ante la obra hasta encontrar el punto de vista de su agrado”.

En una etapa inicial, la participación en la obra de Cruz-Diez se daba cuando el espectador modificaba los elementos cúbicos o cilíndricos en sus primeros proyectos de murales para la calle. 

Después, sumerge al espectador en el color, con vivencias que van desde el Ambiente cromointerferente mostrado en la sala de exposición Cadafe, Caracas, 1974; hasta acercar al público a experiencias lúdicas, como Los Cromoscopios de 1967, presentados en la Galería Denise René, en París. En todas estas piezas la manipulación por parte del espectador construye o reconstruye la obra.

Posteriormente, tras las investigaciones que realiza en otras materias, establece muchos de los conceptos y reflexiones que modelarían en lo sucesivo toda su obra artística y quedarían reflejados a través de variadas propuestas, tales como Fisicromías, Transcromías, Inducciones Cromáticas y Cromosaturaciones; en estas últimas concentra toda su investigación en el color como un acontecimiento autónomo y afectivo capaz de invadir el espacio sin la ayuda de la forma.

“En mis obras nada está hecho al azar, todo está previsto, programado y codificado. La libertad y lo afectivo sólo cuentan a la hora de elegir y combinar los colores, tarea a la que impongo una única restricción: ser eficaz en lo que quiero decir. Es una integración de los racional y lo afectivo”, aseguraba el creador.

La participación del espectador es una de las bases en el trabajo de Cruz-Diez, por medio de diferentes mecanismos plásticos, enfrenta al espectador con situaciones que llevan al límite las posibilidades de su sentido de la vista, situándolo en un ambiente que lo invita a reflexionar acerca de cómo ve y estimulándolo a disfrutar de ser engañado y formar parte activa también de esta experiencia.

POR  BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP
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